espués del lamentable espectáculo que el Villarreal dio ante el Athletic Club en el partido de vuelta de la eliminatoria de Copa del Rey, los aficionados del submarino salimos de El Madrigal con la sensación de que alguien nos había tomado el pelo, efectivamente con nocturnidad y alevosía; porque el resultado que se había producido en el partido de ida no era para tirar cohetes, pero tampoco para tirar la eliminatoria a la basura. El señor Marcelino García, el entrenador, decidió enfrentar a Aduriz y compañía un equipo con hasta nueve futbolistas no habituales. Los aficionados, que habían asistido al partido creyendo que iban a presenciar un espectáculo emocionante, se encontraron con que los propios futbolistas se mostraron durante el partido no como el equipo que salió a morder, en cualquiera de los días que había jugado en El Madrigal contra los grandes, sino como quien está cumpliendo un trámite. Habían sido los primeros en ver de qué iba la cosa y actuaron en consecuencia. Se sintió engañado el público que, ante la estafa, creyó entender que se salía de la competición por la propia voluntad del entrenador. Ante el cabreo ajeno, la mejor defensa es un buen ataque, debió pensar Marcelino García, así que le faltó el tiempo para salir a los medios, y afear a los aficionados el mal humor y recordarles que lo que hay que hacer es darle las gracias por lo bueno que es y despertar del sueño en que les ha sumido pellizcándose los mofletes. Este hombre, como algún otro grandilocuente dedicado a otros menesteres más importantes, cree que los que solo éramos humanos, ahora somos, además, gilipollas. Adiós a la Copa del Rey, pues, y sin pelearla. Y en tres días, volvía la Liga y contra el Real Betis Balompié, con el partido que daba principio a la segunda vuelta.

Lo primero que uno observó fue que los graderíos tuvieron que soportar bastante menos peso de lo que habían soportado el miércoles anterior. Los aficionados debieron pensar que después de aquella tomadura de pelo frente al Atlhetic Club, apenas si merecía la pena acudir a El Madrigal con el riesgo añadido de agarrar un resfriado. El invierno al fin comenzaba a justificar su presencia entre la ciudadanía y el horario, veinte horas y treinta minutos dejaba el personal a la intemperie durante un par de horas. Como resulta ser que la temperatura se soporta y apenas se siente cuando el espectáculo compensa, pero si vienen mal dadas el termómetro se hace notar, con lo que fueron muchos los que se quedaron en casa. No se equivocaron. Puede que además de estar calentitos se entretuvieran en pellizcarse los mofletes viendo lo que les ofrecía la televisión, chivata de lo que estaba siendo el partido frente al Betis. Otra vez lamentable, ahora con todos los considerados titulares, tal vez empeñados en no hacer quedar mal a los que los habían sustituido el miércoles. Al menos frente a los vascos había un rival donde en la Copa del Rey es temible. El Betis en liga y en principio era poca cosa y ahí está la clasificación.

Cuando la gente del Betis canta «Viva er Beti man que pierda» están diciendo lo que piensan realmente, y si no, ¿qué pintaban los centenares debéticos que se echaron entre pecho y espalda una «jartá» de kilómetros para asistir a lo vieron sobre el césped del Madrigal, ellos que con el calor conviven tan ricamente acompañados de la cervecita o del botijo, pero del frío en El Madrigal no puede decirse que disfrutaran? Pues aguantaron, dando palmadas, contra el frío o animando a los suyos, y cuando al final el partido acabó con empate, a cero, dieron media vuelta y se fueron «pa» Sevilla con el mismo resultado que el primer partido de liga, pero esta vez en casa del otro.

El partido fue malo. Por parte de unos porque el empate y a cero les valía un punto y para tal y como vas las cosas, sumar y fuera de casa siempre es bueno; por parte de los otros, otra refriega de esas, como la cobradas ante el Levante o ante el Celta y alguna más, también dan para pellizcarse los mofletes, no para despertar del sueño sino más bien para entretener la sorpresa. Dios que noche la de aquel día, dice uno de la del sábado pasado de ocho y media a diez y media de la noche. La pregunta después de los dos partidos es obvia: ¿Es que este Villarreal de nuestros pellizcos ha entrado ya otra vez en sus acostumbrados socabrones de la segunda vuelta.?

Los aficionados que seguimos al Villarreal habitualmente desde hace decenas de años las hemos visto de todos los colores. De esta manera, no nos duelen prendas cuando llega el momento de reconocer los buenos tiempos y estos lo son, sin duda, y lo agradecemos porque somos bien nacidos. El entrenador Marcelino dijo lo de que los aficionados del Villarreal debíamos darnos de pellicos en los mofletes para despertar del sueño en el que él nos había sumido. ¡Hombre, Marcelino, ya quisiera cualquiera de sus colegas que alguien pusiera a su disposición una plantilla como la que usted disfruta! Y hasta puede que los pellizcos, debiera dárselos usted a sí mismo.