No todos los días son domingo: no se puede ganar siempre. Se acabó la racha en uno de esos estadios donde da rabia salir sin los tres puntos. Rabia hasta el punto de bajar tú al campo, si es necesario, a meter el gol que nos lleve contentos a casa, que es lo principal.

Un campo insulso, sin alma, integrado en una ciudad deportiva que le quita la vieja esencia de templo a cualquier escenario futbolístico. Con un césped artificial de esos de tirarte raso al suelo y rasgarte la piel a tiras. Sin techo, sin apenas gradas, sin cobertura para el viento que pega de buena mañana y el sol que ajusticia cuando llega la tarde. Encima, por si fuera poco, van y cierran el bar. Ay, Tercera División. Te podrás llevar nuestra ilusión despedazada en cualquier urinario de la posguerra, pero no nos quites los bocadillos de antes del partido.

El Jove Español, en cambio, es un equipo que me cae bien. Me cayó en gracia cuando, en su día, jugaban contra el Castellón B y ahora? ya no quiero ni pararme a pensarlo. Aun así, había que ganar. La victoria estaba dentro de la hoja de ruta (y de papel) que elaboré la pasada semana por la noche con las cuentas de los partidos que quedan para alcanzar al Atlético Saguntino. Y no solo por eso: el Castellón fue una apisonadora en la primera mitad. A los cinco minutos ya tuvo dos ocasiones de esas que no tuvo ni una vez entre septiembre y noviembre. Le pedíamos a los de Kiko que no salieran tan fríos del banquillo y nos hicieron caso: la presentación inicial fue inmejorable. El error, el único, llegó más tarde. Pero esa es otra historia que estoy tratando de olvidar.

No sé si habéis bebido alguna vez esas botellitas de líquido de colores que venden en las tiendas de chucherías y cuyo contenido prefiero desconocer. Esas con el típico espacio en gris de rasque aquí por si te toca una nueva botellita y donde, casi siempre, se esconde un siga probando, otra vez será.

Ayer el Castellón se pasó todo el partido tratando de rascar una de esas botellitas hasta que saliera premio. La rascó con la uña, con una moneda, con una aguja, con el taco de las botas, con una cremallera, con una llave? y nada. No salía premio. Hasta que Pruden se hartó de la botellita, le asestó un zurdazo diabólico y la coló por toda la escuadra. Y eso fue lo que más me gustó de la insípida mañana. No el gol (que también) sino la capacidad de desnivelar ofensivamente y marcar un gol sin necesidad de que el balón vaya al área y haya un remate. A eso se le llaman recursos y hay que atesorarlos. Por desgracia, un gol no fue suficiente y ya no quedaban más botellitas por rascar. Otra vez será.