El proceso de acogida empezó hace un año para Sandra Monferrer y su familia. Tras realizar el curso y las pruebas preceptivas, obtuvieron la autorización para acoger a un menor, que llegó a a su hogar el pasado mes de septiembre. Se trata de un bebé que apenas tenía unas semanas de vida cuando cayó en sus brazos. «La experiencia está siendo preciosa, para mis hijas es como un juguete y le hemos notado el cambio desde que llegó a casa, le hemos enseñado lo que es el cariño», explica Sandra.

Lo habitual con los bebés es que rápidamente pasen a ser adoptados y este es el caso del menor que ha acogido la familia alcorina. «En febrero tendremos que despedirnos del bebé y será lo más duro de todo, porque nos hemos acostumbrado a dedicarle nuestro tiempo, hay que tener en cuenta que supone más responsabilidad porque no es tu hijo», relata.

Al igual que otras familias, Sandra y su marido decidieron adoptar porque conocían la experiencia de otro hogar de acogida. Ahora es ella quien anima a padres y madres a seguir sus pasos. «Hay muchos niños con muchas necesidades y sólo te piden que les des cariño, para nosotros ha sido un chute de solidaridad del que mis hijas han aprendido mucho», asegura Sandra. Prefiere no pensar en el momento en que tenga que despedirse de su bebé de acogida -«lo peor es que la gente te recuerda todos los días que se va», dice consternada-, pero tiene claro que piensa seguir colaborando con el sistema de protección de menores. «Tendremos que pasar un duelo, como todas las familias cuando se acaba el tiempo de acogida, pero cuando estemos preparados de nuevo volveremos a hacerlo», señala con rotundidad esta alcorina, orgullosa de haber proporcionado un hogar a un menor que lo necesitaba.