El tiempo de los absolutos ya quedó desterrado por la posmodernidad y estas verdades ya ni siquiera se pueden aplicar al mundo del fútbol. El Villarreal ha sido sinónimo, durante gran parte de su andadura en Primera, de juego vistoso, de mimo del balón, de vocación ofensiva. Pero hay que comenzar a olvidar esa idea porque el actual submarino se ha convertido en un equipo resultadista que antepone el triunfo a un buen juego que, ahora mismo, se revela como secundario.

Los amarillos, tras dos empates consecutivos, se impusieron anoche por la mínima al Granada y acumulan nueve encuentros sin perder. No será un duelo que forme parte en el libro de oro de la historia del Villarreal, pero el resultado permite a los de Marcelino García mantenerse cuartos, con 44 puntos, diez por encima del Athletic de Bilbao y del Celta (éste con un partido menos).

La transformación del Villarreal es evidente. El equipo amarillo da la impresión de haber renunciado al balón, al toque y la triangulación que tantas veces han sido el sello del conjunto castellonenses, para apostar por un fútbol más directo, basado en la velocidad y que cuenta con el contraataque como mecanismo básico de su manual. Por eso ayer, como ha sucedido en las últimas semanas, el conjunto de Marcelino se mostró atascado, casi molesto, con el balón en los pies.

La pareja Trigueros-Bruno apenas pudo combinar e incluso se vio al de Artana haciendo una penetración casi como extremo por la banda derecha. Daba la impresión de que necesitaba gozar de algo de protagonismo en un encuentro que avanzaba lento, casi tedioso. Sólo Denis Suárez, por la izquierda, parecía querer cambiar el guión establecido, mientras Soldado, Bakambu y Jonathan querían, pero eran incapaces de encontrar la manera que tener relevancia sobre el césped.

Delante, el Granada planteó el duelo desde su condición de equipo de la zona baja. José Ramón Sandoval sabe que su objetivo a corto plazo es aminorar la sangría de goles en contra que ha recibido su equipo. Los andaluces, hasta el momento, han recibido 44 tantos con el de ayer. Por eso, los rojiblancos se hicieron fuertes atrás y minimizaron los errores.

Sin goles en contra, es más fácil sumar puntos y, con un poco de fortuna, incluso se puede ganar el partido. A punto estuvieron los nazaríes de marcharse al descanso con ventaja, aplicando esta lógica, pero su falta de acierto mantuvo la portería a cero. Success pudo coronar en dos ocasiones una contra muy bien trenzada por los de Sandoval, pero primero la tiró fuera con todo a su favor y, en la segunda, se encontró con las manoplas de Areola. También protagonizó otra contra con peligro, sobre el minuto 29, pero en esta ocasión templó el balón desde la derecha hasta el lado contrario, por donde entraba Rober Ibáñez. Pero el disparo del valenciano también murió en las manos del guardameta francés.

Más cómodo se mostró el Villarreal cuando la situación le obligó a apostar más por la velocidad y le eximió de la responsabilidad de crear juego. Tras la primera ocasión de Success, Soldado se aprovechaba de un pase al área de Jonathan para disparar a puerta. Se encontró con el cuerpo de Andrés Fernández y el rechace, que de nuevo aprovechó Soldado para buscar el gol, lo sacó el guardameta del Granada con la mano. En el 20, un minuto después de esta jugada, Soldado se aprovechaba de un centro de Suárez para poner a Andrés Fernández de nuevo a prueba. El murciano mandaba el esférico a córner.

Pero el duelo, obviando la electricidad de las contras y algunos momentos de beneficioso descontrol para el tedio generalizado, se distinguía por su sobriedad. Ninguno de los dos quería ser el primero en errar y verse a remolque en el marcador. Ambos tenían demasiado que perder.

Un penalti providencial

La segunda mitad no mejoró el ritmo cansino e impreciso que había dominado el primer acto. Sí es cierto que el Villarreal se plantó en el terreno de juego más consciente de su obligación de controlar el enfrentamiento y buscar un tanto que le diese el triunfo. No tardó mucho en sembrar el desconcierto en la portería rival con un saque de esquina calcado al que supuso el 2-2 frente al Espanyol. Fue un balón largo que llegó al segundo palo donde, libre de marca, Bakambu remató hacia un gol que se antojaba seguro. Pero Andrés Fernández llegó justo a tiempo de evitar el tanto.

Pero, si eso sucedió en el minuto 53, sólo dos después Babin cometía un penalti evitable al agarrar a Soldado en el área, después de que el valenciano le hubiese ganado la posición. Bruno se encargó de ejecutarlo con su habitual tranquilidad. Forzó a Andrés a tirarse al lado derecho y tuvo el camino expedito para anotar por la izquierda del arco.

Tras el tanto, el Villarreal se liberó de responsabilidad y le otorgó todo el peso del encuentro al Granada. Los andaluces, imprecisos y cada vez más nerviosos, fueron incapaces de generar peligro real. Sandoval apostó por Krhin, para buscar más fluidez en la media, pero fue inútil. Marcelino, apegado a su plan habitual, dio entrada a Baptistao, Nahuel y Castillejo, con la intención más de refrescar al equipo que de añadir pólvora para buscar el 2-0.

Así, el duelo se deslizó hacia el final, en un quiero y no puedo del Granada y una calma chicha por el lado del Villarreal. Sin grandes sensaciones, los amarillos recuperaban la senda de la victoria y se mantienen cuartos, resguardados en una posición envidiable a estas alturas de la campaña.