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Compañeros en el camino hacia la muerte

Las complicaciones en el proceso de duelo pueden prevenirse con ayuda profesional

Compañeros en el camino hacia la muerte

Las familias de enfermos terminales han de afrontar la muerte desde el momento en que reciben la noticia de que ya no hay posibilidad de curación. Es un camino duro que conviene transitar en compañía, y seguir algunas pautas puede hacerlo más llevadero. Con ese objetivo trabaja la unidad de cuidados paliativos del Hospital de Atención a Crónicos y Larga Estancia La Magdalena de Castelló. Un equipo multidisciplinar formado por médicos, personal de enfermería, una trabajadora social y una psicóloga clínica tienen entre sus funciones el acompañamiento a las familias en el duelo. Trabajan fundamentalmente en casos de cáncer, enfermedades pulmonares y patologías vasculares y solo el año pasado atendieron a 177 familias de pacientes que fallecieron.

«El duelo es una reacción psicológica normal de cualquier persona ante la pérdida de un ser querido. Aunque suele generar sufrimiento, no es un proceso patológico. Es un proceso de adaptación a una nueva realidad, a vivir sin la presencia de la persona fallecida», explica la psicóloga clínica, Gloria Saavedra. Sin embargo, aunque no es lo habitual, el duelo puede complicarse: «Algunos de los signos son la ausencia total de expresión emocional por parte del doliente, los sentimientos de culpa excesivos o el mantenimiento de la intensidad del sufrimiento durante un largo periodo de tiempo», señala la especialista. Por ello, resulta tan importante la labor de prevención que realizan estos profesionales desde que el paciente ingresa en el hospital.

«Antes del fallecimiento, el médico expone en la reunión interdisciplinar la posible proximidad del fallecimiento, por lo que el equipo debe abordar tanto las necesidades de cuidados sanitarios, como evaluar las necesidades emocionales y dar respuesta a la familia ante esta situación», explica la trabajadora social del centro, Marta Beltrán. Durante el proceso se trasladan algunas pautas a los familiares: se pone en valor su utilidad como cuidador, se favorece la comunicación entre el paciente y la familia, se hace hincapié en la disminución del sufrimiento del enfermo gracias a los cuidados dispensados y se refuerza el hecho de que hayan respetado sus voluntades. Además del acompañamiento espiritual, también se abordan aspectos prácticos, como las gestiones burocráticas por el seguro de decesos, el programa de donación de órganos o el entierro.

La sala Omega

El Hospital La Magdalena cuenta incluso con una estancia específica para estos casos. La sala Omega es donde todo acaba. Allí se traslada a los familiares tras la muerte del fallecido, una vez se han despedido, y se les ofrece el apoyo necesario. Es una habitación amplia, pero acogedora, con varios sofás y mesas que simulan el salón de un hogar. En un ambiente íntimo, aislados del trasiego de los pasillos, los familiares pueden hacer las llamadas telefónicas oportunas, conversar y arreglar las gestiones de los servicios funerarios. Además, según explican, tras la salida del hospital, se remite a los familiares una carta de condolencia en nombre de todo el equipo para agradecerles el cuidado y la atención que han ofrecido a su ser querido.

Los familiares suelen ser receptivos a la atención de los profesionales, puesto que el ingreso del paciente suele durar meses, lo que «permite establecer unos canales de comunicación y confianza entre la familia y el equipo sanitario previo al fallecimiento que facilita la intervención», destacan las expertas. El personal médico y de enfermería es el que más trato tiene con los usuarios del centro, por lo que su actuación es clave. «Si les das confianza, en lugar de ir en actitud normativa, y les proporcionas información desde el principio, reaccionan bien. La idea fundamental es situarse en su posición y tratarles como nos gustaría que nos trataran», explica el médico internista Javier Guimerá.

Por su parte, el equipo de enfermería es el primero que interviene en el momento de la muerte del paciente. «Terminas conviviendo con estas situaciones y te mentalizas de que nuestro trabajo se centra más en buscar el bienestar que en curar», dice la supervisora de Enfermería, Olga Mendo. Y es que cuando el único horizonte posible ante una enfermedad es la muerte, la prioridad es cuidarlo. «Si muere, al menos que lo haga cuidado por todos, y sobre todo, que no esté solo. Hay pacientes que no tienen a nadie que les acompañe, así que estamos con ellos hasta el final», afirma Guimerá.

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