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Un héroe al amparo de San Cristóbal

Juan Molés relata la hazaña de su vecino Pepe Gavara

Un héroe al amparo de San Cristóbal

Juan Molés no es el protagonista de esta historia, pero en gran medida es el responsable de que estos días muchos vecinos de Nules sean conscientes de que entre ellos vive de forma anónima un héroe, de los que en el cine llevarían antifaz, capa y coraza, pero que en la realidad solo exhibió mucho valor y un gran corazón, que le protegió para llevar a cabo una hazaña que él y las personas afectadas nunca olvidarán.

Molés es un profesor jubilado que siempre ha exhibido mucho respeto por la gente mayor y humilde que sin grandes alardes en algún momento de su vida ha hecho grandes cosas. Por eso hace unos días se decidió a cumplir una promesa que le hizo a un vecino y amigo, José Pascual Gavara Bruno, más conocido como Gali, y consciente de la viralidad de las redes sociales, contó su historia en Facebook.

Quienes conocen a Pepe Gavara saben que es un hombre amable, con una sonrisa transparente, con una especial sensibilidad por San Cristóbal, que en principio no tendría gran relevancia para quien no sepa que cuando Gali tenía 7 años fue atropellado. Fue el primero de los muchos que serían envestidos por un vehículo en la denostada carretera Nacional 340 a su paso por Nules. Casi muere, pero no lo hizo. Posiblemente convencido de que fue el patrón de los conductores el que le amparó y obró el milagro, su devoción hacia él se ha mantenido hasta hoy en día. De este modo es fácil comprender el por qué de su dedicación a la hora de organizar todos los años la bendición de los vehículos en la playa de Nules en el mes de julio, coincidiendo con su festividad.

Aquel accidente marcó a Pepe Gavara. En el año 1953, según relata Juan Molés, se puso al servicio de la Guardia Civil de Tráfico «y con una furgoneta en la que había instalado varios juegos de palancas y posteriormente con un camión grúa, prestó los servicios en accidentes para los que fue requerido». Lo más relevante de este hecho era su contraprestación. Lo hizo siempre a cambio de nada. Vivía situaciones delicadas y graves rescatando a heridos o fallecidos del interior de coches o autobuses, pero por vocación, por puro altruismo.

La vida de Gavara se sucedía con normalidad, dentro de lo extraordinario de vivir con su particular vocación de servicio, hasta que llegó la noche del 4 de febrero de 1969. Como reproduce Molés en su recordatorio de los hechos, tal y como Pepe Gavara se los transmitió: «volviendo de Castellón, ya dentro del puente del Mijares, un coche en dirección opuesta invade el carril contrario chocando contra otro turismo y lanzándolo contra un camión del que salió despedido. Volcó lateralmente en la carretera y la gasolina se derramó por el suelo incendiándose de inmediato».

Había mucho tránsito y fueron numerosos los conductores que, horrorizados por la escena, bajaban de sus vehículos sin saber qué hacer, sobre todo conscientes de que en cualquier momento podía producirse una explosión. Solo uno no lo dudó. Su experiencia en asistencia en otros accidentes, pero sobre todo, su incontestable valor, llevaron a Pepe Gavara a no dudarlo un instante. Cogió el extintor del camión implicado en el siniestro e hizo lo que estuvo en su mano para apagar el fuego. No lo consiguió. La impotencia no le desanimó, mucho menos cuando oyó gritos entre las llamas. En el interior del coche había tres personas, un hombre, una mujer y una niña. Como no podía ser de otra forma, se encomendó a Dios y a San Cristóbal, y decidió que si era el momento de perder la vida, sería intentando salvar la de esas personas.

Salvó a todos los ocupantes

El relato de Juan Molés reproduciendo los recuerdos de su amigo es estremecedor y muy emotivo. «El coche estaba de costado, se arroja, sube sobre el vehículo y consigue abrir la puerta mientras el fuego le abrasaba la cara, manos y ropa». El hombre le imploró que salvara a la niña, y así lo hizo. La alejó del coche y volvió a por la madre. En un tercer intento, rescató también al padre. No se quedó tranquilo hasta que le confirmaron que no quedaba nadie más. «Las ropas, aunque devoradas por el fuego, le habían preservado parcialmente su cuerpo, pero su cara, sus orejas, la izquierda especialmente había sido, en parte significativa, comida por el fuego. Sus brazos y sus manos estaban totalmente abrasados», cuenta Molés.

Otro vecino de Nules, Mendo El Pintor, le llevó al Hospital General, donde fue atendido. A pesar de su pronóstico grave no quiso ser ingresado, muy preocupado por las noticias que pudieran llegarle a su propia familia de lo sucedido. En el taller su padre primero le recriminó lo que consideró una inconsciencia, aunque pronto reconoció la heroicidad de su hijo.

Al día siguiente la familia rescatada acudió a casa de Pepe. La mujer le dijo: «Cuando te vi aparecer pensé que eras Dios».

La hazaña de José Pascual Gavara Bruno no pasó desapercibida en la época. Recibió la Cruz de la Beneficencia Tercer Grado y? la F de Oro de Formidables.

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