Bilbao recibió a la expedición vila-realense con el cielo abierto. Abierto en canal y soltando por el agujero agua y viento a discreción puede que para hacer todavía más inclemente la noche para los futbolistas amarillos que llegaban para tenérselas tiesas con los Leones en el cuarto partido de la temporada. Seguir en la Copa del Rey fue para ellos, pero la cosa de la Liga pinta bien para los forasteros del sábado que volvieron a salir a salvo de la derrota, lograron un punto que deja las cosas como estaban, pero solo para la estadística, porque a efectos de la clasificación los de FR cuentan con un punto más por el empate pero ante el Atlétic Club son dos, por las cosas del golaveraje entre ambos. De modo que dada la inclemencia del tiempo y la de jugar sobre el agua de la lluvia torrencial y bajo el vendaval que amenazó a los espectadores arrancando antes del partido una parte del velamen, conformarse con el empate queda bien, aunque la falta de acierto de Soldado en una ocasión inicial que no supo aprovechar, deja a los aficionados de amarillo con el runrún de qué hubiera ocurrido de marcar, sobre todo cuando los dos goles conseguidos en el partido anterior en San Mamés no hicieron sino enrabietar a los leones que al final consiguieron ganar. En la Liga, como es público, este equipo funciona, basado en un sistema defensivo particularmente sólido que la noche del sábado en la Catedral aguantó carros y carretas, lluvia inclemente y viento a modo, con solvencia y apenas sin conceder grandes ocasiones. Lo único que lamentar la lesión de Musacchio y su supuesta gravedad teniendo en cuenta que vuelve sobre lo ya sufrido. Sería una putada volver sobre lo ya machacado y hacemos votos para que se quede en falsa alarma.

Al Athletic Club se le escapó una buena oportunidad para recortar diferencias; más bien al contrario, con el empate aumentaron lo que además de los puntos concede la diferencia del golaveraje particular, de manera que el resultado debe ser bien recibido por aquí, también por la manera de conseguirlo. Cuando a través de la tele conseguimos ver la que estaba cayendo, con la fuerza que lo hacía y sin parar, nos asaltó la idea de que todo se conchababa para que el Athletic pasara al Villarreal por encima . Ellos eran en principio los que saben nadar y guardar la ropa cuando la lluvia se hace presente y con la fuerza del sábado, más el ventarrón, pero terminado el partido unos y otros se había quedado sin bofe, pero con la dignidad profesional entera. Los que saben de qué puede ir el asunto cuando las cosas se ponen bordes, más aquellos que las condiciones de viento y agua amenazan con hacer solo lo que se pueda, estuvieron el sábado al límite, en ningún caso se dejaron atropellar por los elementos venidos del cielo más los que salieron del vestuario, todo y que de virtuosismos la cosa anduvo escasa para los habituales condenados a capear el temporal y nunca mejor dicho.

El árbitro, que no ha debido jugar al fútbol en su vida, se pasó un buen tramo en lo de mostrar tarjetas amarillas y rojas, estas últimas una para cada uno, en un afán por evitar él sabrá qué. Allí se estaba jugando un partido de Primera División entre dos equipos que tenían algo importante que defender, y que era algo más que los tres puntos. Se disputaba el partido como está mandado, es decir, compitiendo cada jugada cada posición de balón, cada espacio y cada tiempo y todo eso sobre una superficie en principio muy blanda y menos mal que lo de jugar sobre el barro y los hoyos subsiguientes es ya solo historia, hasta el punto de que sobre césped de San Mamés, como en la mayoría de los campos donde se disputan partidos entre profesionales, la lluvia en cuanto cae y humedece superficie, césped y primera capa sigue aguas abajo en busca de la alcantarilla y poder jugar, se puede, con molestias, con velocidad distinta de la bola que se desliza a otra velocidad en cuanto toca el suelo y como el fútbol es un deporte de contacto los jugadores puede perder el equilibrio más fácilmente. Faltas, hubo, incidentes entre futbolistas, también, pero la sangre no llegó al rio ni debió impregnar de su color a dos tarjetas que ni tenían nada que castigar, ni nada que reprimir ni nada que contener. El hombre debió entender que era uno de los partidos más vistosos de la jornada y quiso estar presente en lo que los periodistas dijeran de lo que fue aquello. Vale, pues ya está. Ya queda dicho, pero hay dos futbolistas, uno de cada equipo que no podrá jugar la jornada que viene o más, según sea lo que el refrehaya puesto en el acta.

Los empates fuera de la casa de uno solo obtienen un valor añadido a condición de que el siguiente partido en casa se obtenga la victoria y la próxima jornada visita el Madrigal el Málaga y ese partido sí hay que ganarlo por mucho que los malacitanos están yendo a más en las últimas jornadas, lo que nos alegra por lo que afecta a su entrenador. Quiere decirse que de aquí a que termino esto no hay que mirarse el ombligo que ya sabemos que lo tienen muy lindo y que se comunica con el estómago, ese sitio donde los del ego gigante suelen tener un rey y no miro a nadie.