Tras la última jornada de Liga, y mientras repasaba titulares en los diferentes medios de comunicación nacional a la espera de ver reflejado el puntazo que el Villarreal sacó en San Mamés a base de casta y coraje, me quedé sorprendido al leer en un medio deportivo de primera línea el siguiente titular: SIGUE TODO IGUAL EN LA LIGA. Simple, directo, escueto, de gran reflexión periodística. Para qué complicarse más la vida, pensé. En ocasiones la frase más simple es la que mejor define las cosas. Sin embargo, para nada estoy de acuerdo con tan afirmación.

Es verdad que con el triunfo de los tres grandes y primeros clasificados con sendas dificultades ante Levante, Granada y Eibar, uno puede pensar que todo sigue igual, pero no. Hay que tener en cuenta el empate del Villarreal en Bilbao que nos depara dos consecuencias. La primera, hay que darse cuenta de que lo de pelear de tú a tú con los tres grandes, como algunos jugadores han comentado esta semana, no pasa mas allá de una ilusión momentánea alimentada por el sabor dulce de los tres puntos. Ya lo dijo Marcelino: «¿Qué voy a decir si ellos piensan así?» De ilusiones también vive el hombre. Y la segunda, para el Villarreal, que defiende a capa y espada la cuarta plaza, no todo sigue igual, pues queda una semana menos para proteger tal distancia. Una jornada menos para que Sevilla, Athletic o Celta, puedan darnos caza en la general. Y eso a día de hoy es oro puro para un equipo que afrontará partidos clave en las próximas semanas ante Málaga, At. Madrid, Celta, Sevilla, Barcelona o Nápoles. Aunque todo esto depende sin duda del prisma desde el que se miren las cosas.

Si no que le pregunten a la afición del Valencia si todo sigue igual. La mayoría de sus seguidores contestará sin pensar: «igual, o peor incluso». Precisamente la situación que padece el Valencia es la que me hace ver con mayor perspectiva lo que vive a día de hoy el submarino y el valor que para club, plantilla y afición debe de tener lo obtenido. Y es que no hay que olvidar que hace casi cuatro años ya era el submarino quien vivía una situación similar. Con una plantilla hecha para luchar por puestos Champions e incluso abiertamente por algún título, el club entró en una turbulenta espiral de resultados, actitudes y cambios de entrenador, que acabó arrastrando a todo un Villarreal hacia el descenso a Segunda División, pasando por un turbio empate en Mestalla que fue un empujón más hacia el abismo.

Con esto no quiero decir que el Valencia vaya a bajar, pero sí recuerdo el dicho: «Cuando veas las barbas de tu vecino (nunca mejor dicho) cortar, pon las tuyas a remojar». Solo es un dicho e insisto, no creo que el Valencia, y más ahora con Cheryshev, sufra una debacle tan espectacular, pero... Dios no quiera que en la jornada 36, el Valencia reciba en Mestalla al Villarreal tonteando con el descenso, pues los caprichos del destino, teniendo que ir luego los valencianistas al Bernabéu... pueden jugar malas pasadas. En definitiva. ¿Todo sigue igual? «Tot depèn de com bufe el vent».