La vida no es fácil, qué os voy a contar, y cada uno encuentra donde puede la motivación y las ganas. En una semana como esta, por ejemplo, suena el despertador demasiado temprano, de lunes a sábado, y solo puedo pensar para salir de la cama algo tal que así: «ánimo, que este verano hay Eurocopa y Juegos Olímpicos».
El domingo la cosa varía un poco. Suena el despertador y el primer pensamiento se dedica a los genios que deciden que el Castellón juegue por las mañanas. Una vez superado el impulso de matar, mal que bien, te vas haciendo a la idea. Es domingo y trabajo, pero al menos voy a Castalia.
El Castellón es ese club que invita a la afición a la deserción y luego se desvive para que vuelva, aunque sea gratis y a deshora. Es también ese sitio en el que aparece de manera cíclica Miguel Sanz, como un fenómeno astronómico, a lo Cometa Halley de andar por casa. Es un club que camina siempre, con o sin razón, con una piedrecita en el zapato. Un club donde la alegría, sin que aún sepa muy bien por qué, nunca es completa.
Siempre hay un pero, aunque eso se va acabar pronto. No hablo del equipo, que atraviesa de momento superviviente las semanas de la verdad de la buena. Hablo del colega Xavi, que presentó mi librito en Valencia el año pasado y se llevó Infrafútbol en la maleta, rumbo a Manchester, al principio de temporada. A Xavi lo han contratado en el City y ahí asoma el principio del fin de nuestros problemas. El año que viene le dejará Infrafútbol a Guardiola, y éste verá por fin la luz. Dejará de jugar con mil centrocampistas para hacerlo con mil defensas, cambiará a Cruyff por Luiche, a Perarnau por Arquimbau, a Junts pel Sí por Castelló en Moviment y el lujo de la Premier por el barro de Tercera. Impaciente, me llamará un día y no contestaré, al no tener su número guardado en la agenda. Luego me enviará un wasap y entonces sí, me invitará a Manchester y me confesará su verdadero sueño. Dejar el City para entrenar al Castellón en Castalia. Las ganas, mis ganas.
El final de todas nuestras penas.
