Els Lluïsos d'Almassora quedaron ayer satisfechos tras coordinar, durante más de tres horas, a los diferentes grupos de vecinos que decidieron acercarse hasta la iglesia de la Natividad para participar de la XIII Pujada al Campanar. Alrededor de 150 personas.

Cuando todavía el reloj del campanar de Almassora no marcaba las diez y media de la mañana, un grupo de niños ya rondaba la puerta de la Iglesia de la Natividad, que enseguida se abrió y los más impacientes pudieron comenzar a formar grupos de diez personas para ascender hasta la parte más alta de la Iglesia. Primero, subiendo las escaleras más anchas de la parte baja, y poco a poco comprobando como las paredes se van acercando y el último tramo se va estrechando, hasta recibir los potentes rayos de sol que lucían ayer por la mañana en la parte más alta del campanario. Allí, en el punto más alto del municipio, tanto los miembros dels Lluïsos como los Mestres Campaners de Valencia esperaron para hacer las indicaciones necesarias y poder disfrutar con seguridad tanto de las vistas como de los toques de campanas.

Los cinco Mestres Campaners llegados desde Valencia ofrecieron varias exhibiciones de los diferentes toques que antiguamente se usaban en gran parte del territorio valenciano. Desde los repiques que anuncian el inicio y el final de cada jornada, hasta los toques de funeral o de eucaristía.

A partir de las 11 horas, un nutrido grupo de representantes municipales, entre los que se encontró la alcaldesa, Susanna Nicolau, ascendieron las escaleras para disfrutar de los toques tradicionales de campana. Algunos incluso se atrevieron a intentar coordinar el toque de alguna de las campanas mientras los «campaners» profesionales continuaron con sus explicaciones. Con los vuelos de la campana Rosarito que los maestros campaneros ofrecieron al más puro estilo de la ciudad de Valencia, terminó una visita que cada año reúne a más vecinos de Almassora.

Según comentó un visitante, «no todos los días podemos ver Almassora desde arriba, y si además es acompañado de toques de campanas que ya casi no se pueden escuchar en ninguna parte, pues es todo un lujo».