Q uien no lo crea, que venga y lo vea, porque lo del alcalde de Peñíscola es propio de película. Concretamente de una titulada La mala educación. Andrés Martínez se mueve en el ayuntamiento como en su propia casa, que es lo que tiene estar tantos años en el mismo sillón. Se ha convertido en un maestro de la distorsión de la realidad y se comporta en los plenos con la misma arrogancia que ha acompañado siempre a su partido, el PP, con quien hoy nadie quiere sentarse a negociar nada porque además está de corrupción hasta las cejas.

¡Qué majo es Martínez!, que se mofa de la oposición y convierte en circo las sesiones plenarias. ¡Qué eficiente!, que saca pecho de su gestión aunque esté plagada de trampas. ¡Qué ejemplo de transparencia!, pese a no dejar participar en el pleno a nuestros vecinos, que son los mismos que los suyos, y que tienen tanto derecho como él a conocer, saber, interesarse, aplaudir o criticar lo que los políticos hacemos.

Con esas prácticas tan poco saludables, ¿cómo quiere el alcalde sumar apoyos? Si restamos, como dice el señor Martínez, es porque sus maneras son indigestas, inasumibles e inaceptables. Se nota que ha sido alumno aventajado de Carlos Fabra y que ha adoptado muchas de las formas del expresidente de la Diputación y del PP en la provincia de Castelló, que hoy está en la cárcel.

Mientras mantenga las trampas y los engaños en la forma de hacer política, que no cuente con el Grupo Municipal Socialista. Ahí no nos va a encontrar como aliados, como tampoco en la mentira. No hay en las filas socialistas simpatizantes huidos de la Justicia y Martínez lo sabe, aunque prefiere darse por no enterado y manchar. Cuide sus gestos, su gestión y su partido. Preocúpese de verdad por sus vecinos. Deje de mirar en casa ajena y, por favor, aléjese de La mala educación.