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el YanG

Normalmente, cuando hablamos de medios de comunicación solemos designar los soportes en los que puede ser transmitida una idea o mensaje. Por eso, estoy en contra de que prime la idea de plató fotográfico sobre la de información, máxime cuando se trata de montar una terraza durante las fiestas.

Suelen montarse estas terrazas en locales rancios, que huelen a formol, donde momias de otros tiempos más gloriosos y tribunos locales alternan con la caspa local, esa que es producto de la polución nocturna y seminal nacida de sus mórbidos pensamientos de almohada y alguna doméstica minifaldera con piernas dignas de rompedor defensa central. El cátering suele ser acorde a la estética del local: cerveza en vaso de tubo que nos ayuda a digerir esos canapés untados de una pomada para las almorranas de esa que hacen a base de aleta de tiburón mientras esperamos con una cara digna del expresionismo alemán ese engrudo con guisantes y fósiles mal incorruptos y peor triturados de chitosán, flotando en una pasta oleaginosa que llaman paella. Estas terrazas también son la excusa perfecta para el consejo económico del medio en cuestión: con poca pasta, mantienen contenta a la tropa. Y tienen el detalle de invitarla a entrar en el plató.

Hay una vertiente muy superficial, que junta algún superviviente de la España de los señoritos que sobaban a la criada mientras tomaban un fino con los jornaleros con intelectuales, famosos, profesionales de las relaciones públicas y políticos, todos de medio pelo, que nos recuerda que somos una ciudad de provincias con una admiración esnob chorra por la gente que sale en la foto. ¿Pero alguien en su sano juicio puede creer que algún artista de la foto marca tendencia? En ese tipo de vida que nos ofrecen las fotos, no hay distinción entre el ocio y el trabajo, entre la creación artística y la actividad pública.

Hay muy pocas imágenes de la ciudad en las páginas dedicadas a las terrazas. Todo está en hecho en el plató o en el equivalente al plató fotográfico, la fiesta y la pasarela. Lo importante son las personas, que se proponen como modelos de vida moderna y éxito social. Podemos ver en estas páginas primeros planos, representaciones exacerbadas del sujeto. El espacio público ha desaparecido. La escena se representa en un espacio restringido, según un ritual secreto que solo conocen sus protagonistas. En un famoso artículo sobre el éxtasis de la comunicación, Jean Baudrillard decía que «todos los acontecimientos están compendiados en las ciudades, los cuales, a su vez, sufren la reducción a unos pocos acontecimientos importantes miniaturizados». Toda la vida de la ciudad se reduce a estas relaciones de sociedad, reproducidas con la proximidad de una imagen pornográfica.

Seguramente, si Fran Lebowitz estuviera invitada, nos escribiría algo mordaz para evitar las consecuencias de la masificación y de las conductas gregarias, porque a lo largo de la historia, la gente de Castelló ha manifestado una desafortunada tendencia a formar grupos. Eso sí, y ya que los canales de televisión no las programan, yo pienso asistir a este espectáculo de varietés que haría las delicias de Tod Browning.

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