Un nuevo matador de toros de Castelló. Vicente Soler, de Borriana. Un espada, hijo del cuerpo ya que su padre es el matador de toros Soler Lázaro, hoy profesor de la escuela de tauromaquia. Un torero de sólida formación, creado en este mismo centro, que luego como novillero se abrió paso a sangre y fuego en el escalafón superior luchando codo con codo con su padre. Matando novilladas duras en plazas del llamado Valle del Terror y ruedos de cosos franceses. Eso le ha dado una sólida formación y un oficio que ayer puso de manifiesto.

El toro de la ceremonia lo picó José Chacón, fue lidiado por Manuel Domínguez y banderilleado por el propio matador, con el auxilio del resto de la cuadrilla: Iván García y David Saugar Pirri.

Un astado que no le dio opciones. Bien presentado, blando y a la defensiva y que se quedó corto. Frente a él, Soler se fue a saludarlo a porta gayola. Lo lanceó por chicuelinas y lo banderilleó con espectacularidad. Brindó la muerte del mismo a su padre, tras la cesión de trastos por parte de Padilla, que se produjo a las 17. 19 de la tarde. Y luego, ante las pocas condiciones de su oponente, mostró soltura y recursos en un trasteo esforzado que no pudo tomar vuelo. Ni siquiera la música tuvo opciones de tocar. Lo despenó de pinchazo y una estocada caída y trasera. Fue ovacionado.

Al sexto lo saludó con cinco largas de rodillas. Le interpretó un lucido quite y luego lo banderilleó con espectacularidad. Tras brindar al público, abrió su faena con pases cambiados por l espalda en el platillo. Luego, muy entregado, firmó una labor vibrante y entregada, de torero dispuesto, que fue justamente recompensada.

El encierro de la familia Matilla exhibió una presentación más que aceptable. Luego su juego estuvo presidido por la desigualdad. Blando, a la defensiva y quedándose corto el que abrió plaza. Con movilidad, aunque rebrincado y protestón el silleto y listón segundo. Salió abanto de chiqueros el cabezón tercero. Renegó en el peto en el puyacito que tomó aunque luego, a pesar de renegar en los dos primeros tercios, llegó al último algo suelto aunque repitiendo sus embestidas y con querencia hacia los adentros. El cuarto fue devuelto a los corrales por blando después de ser picado, y fue sustituido por un jabonero de José Luis Marca. Un toro que exhibió un excelente tranco y que se desplazó con son por los dos pitones y metió la cara humillando y con derechura. Al grandón y romo quinto, que derribó, le castigaron con saña en el caballo. Desfondado y rebrincado, no dio muchas opciones. Y, en cuanto al que cerró plaza, un ejemplar escurrido que fue protestado de salida, corretón y suelto y escaso de poder, al final se movió y se dejó.

Como ilustre padrino de la ceremonia se eligió a Juan José Padilla. Banderilleó con espectacularidad a su primero, al que abrió el trasteo con muletazos con las dos rodillas en tierra. Su labor, tesonera y de grueso trazo, fue rematada por una contundente estocada en la que el toro le arreó. Y tras volver a banderillear con facilidad y vistosidad cuarto, muleteó con buen oficio y técnica, entendiéndolo a la perfección, en una labor profesional y de entrega que remató con desplantes y alardes que fueron bien recibidos por los tendidos. Volvió matar de una estocada de la que también salió prendido y atropellado por el toro.

Y Francisco Rivera Paquirri. cumplió sin más. Inició su labor sentado en el estribo al tercero, en un trabajo periférico aunque limpio, templado y profesional, en el que no faltaron miradas al tendido y que remató deficientemente con las armas torcidas.

Y lo intentó, aunque escaso de convencimiento ante el deslucido quinto, en una faena intrascendente.