Dentro de veinte años, alguien apurará una copa y preguntará: ¿recordáis aquel partido de Ebwelle en Magdalena? Todos contestaremos que sí, que por supuesto, que Tariq marcó tres pero el amo fue Ebwelle, que metió los otros dos. El rival era el Muro, añadiré yo, y con la victoria aquella, con el 5-1 inolvidable, el Castellón se puso a dos puntos del líder, el Atlético Saguntino.

El entrenador, Kiko Ramírez, tenía la baja de Marc Castells, y había sacado una alineación impropia de él, seguiré contando, ya pasándome un poco de listo. Apostó por una versión de Castellón que parecía asunto del pasado. Un once más propio de los tiempos frenéticos de Calderé que de lo que había venido siendo el kikismo, un modo de vida sensato. Kiko retrasó a Meseguer, ubicándolo con Marenyà en el medio, y juntó a Antonio y Tariq en la delantera. Tú y yo sabíamos que no funcionaría. El Castellón, diminuto en un océano de césped, volvió a la vida en el alambre: asumió el reto de la construcción pero le faltó fluidez y automatismo, paseó por el precipicio y abocó el encuentro a un intercambio descontrolado de golpes.

En la construcción no halló pasillos interiores. La mayoría de los intentos terminaron en el mal menor: el balón largo a Antonio y la escoba a sus alrededores. Solo alguna vez que Ebwelle se alejó de la cal funcionó el invento. Ni Tariq ni Antonio hicieron mucho por hilar fino. Casi mejor, porque la única vez que Antonio apareció en la zona de enganche perdió un balón que iluminó una peligrosa contra del Muro. Los atacantes visitantes, el triplete Kikín, Alberto y Mario Real, halló largas praderas de espacio para correr en transición. Solo la falta de precisión en el último pase alivió de trabajo al portero, Álvaro Campos, en la primera mitad.

El Castellón asomó a arreones, percutiendo casi siempre en banda derecha. Por ahí levantó Jorge Giménez un centro que cabeceó Tariq, anulado el gol por fuera de juego; y por ahí enroscó una falta lateral el zurdo Juanfran. El árbitro convirtió en penalti un forcejeo entre Arturo y Mario Real. Era el minuto 24: Tariq adelantó a los albinegros.

El 1-0 no modificó en exceso el paisaje, seguiré explicando yo, a esas alturas solo en la barra, porque se habrían marchado todos. Al contrario de lo que suele recordarse, matizaré, el partido era una moneda al aire tras otra, el partido no lo dominó el Castellón en absoluto. El ir y venir era casi tenístico, con algunos ejemplos. A una salida de clase de Meseguer le siguió una mala decisión de Ebwelle en la frontal del área de Gol Sur y la rápida contra del Muro que terminaba en falta peligrosa en la frontal del área de Gol Norte. Una falta lateral a favor del Castellón, al poco, mutava en falta lateral a favor del Muro, en escasos segundos.

El frenesí

Así se llegó al descanso, y de lo que ocurrió a partir de entonces se han escrito muchas teorías. Cada cual tiene la suya, pero el caso es que pronto Juanfran enroscó un centro que controló Tariq, que demostró su categoría. Tumbó al portero y marcó el 2-0 con suficiencia. Entonces llegó el frenesí. Me tomaré una licencia poética para decir que Meseguer, era un tipo extraño pero fascinante Meseguer, y era tan bueno que se autoexpulsó porque sabía que el equipo necesitaba un pivote defensivo. Kiko se vio obligado a sentar a Antonio, adelantó a Guille a la medular y dio bola a Álvaro Gómez, que era un chaval, en el centro de la defensa. Y el Castellón se aplicó ordenado en la pierna fuerte, en torno a los kilómetros infinitos de Marenyà, orgulloso y competitivo, y lanzó contras sabuesas que levantaron a la grada. Juanfran, qué pie tenía Juanfran, citó a Ebwelle con la gloria y Ebwelle definió como los maestros. Castalia no entendía mucho, Castalia no entendía nada pero lo entendía a la vez todo, porque solo había que dejarse llevar y en Magdalena eso resulta más fácil. La fiesta no paró ni en el 63. El árbitro compensó el penalti de antes, señalando uno parecido a Arturo. Jero batió a Álvaro y redujo distancias para el Muro, pero no hubo tembleque con el 3-1.

Al contrario. Guille Vázquez, el capitán, filtró un pase para Ebwelle, ídolo de la grada, y Ebwelle volvió a definir como los maestros. No podía ser verdad, pero era verdad de la buena. Y ya era mucho aquello pero todavía hubo más. En el minuto 85, Dani Pujol enroscó una pelota que remató Tariq en acrobacia. Golazo, el 5-1, el Castellón a dos del líder y Kiko sustituyó a Ebwelle, un buen guiño, y los niños y los jóvenes y los padres y los abuelos se levantaron para cumplir con la ovación correspondiente. Al poco, en el minuto 88, Castalia comenzó a hacer la ola, lo juraré siempre a los incrédulos, en el quinto año en Tercera División y Castalia comenzó a hacer la ola, que todavía sonreímos al recordarlo. Y lo mejor, ojo, lo mejor no fue eso. Lo mejor fue lo que había pasado en el 85. En Gol Norte Bajo se pusieron a cantar el himno a pleno pulmón, el mismo Pam Pam Orellut de ahora, el resto del estadio les imitó y yo escribí la crónica del tirón, pensando que no había mejor equipo del que ser y que aquel partido no lo olvidaríamos nunca.