Al cronista esta semana le han llamado la atención algunos episodios de los que han sido protagonistas/víctimas dos entrenadores de otros tantos equipos de Primera División que podríamos considerar de media tabla o eso les deseamos. Los entrenadores son los del Sporting de Gijón, Abelardo, y del Málaga, Javi Gracia. Ambos dos han sido castigados con dos partidos de suspensión por el Comité de Competición. Ellos no recurrirán el castigo, seguirán entrenando estas dos semanas a sus equipos respectivos, y a la hora de dirigir los partidos se situarán en algún lugar del campo de fútbol con buena visibilidad. Todo su pecado tuvo que ver con lo difícil de la aceptación de unas decisiones arbitrales que primero fueron injustas, luego perjudiciales para sus equipos respectivos y más tarde ejemplarizantes. Pero está prohibido protestar y hay que tragar con el corazón funcionando a ciento ochenta pulsaciones por minuto. Para el caso del Sporting de Gijón las protestas tenían que ver con un gol anulado a los asturianos por un fuera de juego que no era y otro error garrafal que afectaba a otro gol. El Sporting de Gijón está en riesgo de descender de categoría y los puntos que no le reconocieron los necesitaba perentoriamente. Ambos entrenadores se quejaron, creo que también las protestas se realizaron alzando la voz, pero tenían razón y el árbitro no les concedió ni el beneficio de la duda. Metieron en el acta lo que entendieron y a los entrenadores les cayó el paquete. A los árbitros, no. Puede ser que se pasen un par de jornadas en la nevera, pero no nos enteraremos y lo que no se sabe no existe. Los árbitros, como cualquier mortal, sea árbitro, entrenador, futbolista o registrador de la propiedad pueden equivocarse. Y se equivocan, claro, pero sus errores, de haberlos, acostumbran a machacar siempre a los mismos. Es difícil, muy difícil, que un pez chico se coma a un pez grande. No pasa casi nunca. Abelardo y Javi Gracia son dos entrenadores jóvenes que están haciendo bien su trabajo en dos equipos de presupuesto corto y tienen derecho a ser respetados, ellos y sus trabajos. También el trabajo de sus futbolistas tiene derecho al respeto debido. No tengo nada que ver con ellos, pero sí conozco su trayectoria. Tal vez hubiera sido mejor una multa. Dos partidos de suspensión son asunto exagerado, puesto que se habla de reclamaciones más o menos airadas pero sin insultos ni desconsideraciones de por medio. Se trata de equipos modestos muy bien trabajados y merecedores de más respeto y en los que la dirección de los partidos resulta vital. Punto y aparte, bien aparte.

Lo del partido del sábado entre el Villarreal y Las Palmas ya lo han leído ustedes en otra página de este mismo periódico. Mi aportación resulta irrelevante porque lo ocurrido merece bien poco relato. Resultó ser que Las Palmas se encontró con que el Villarreal le cedió la bola, a los canarios les vino de perlas y se dedicaron a jugar con ella mientras los de casa les esperaban con la premeditada idea, se supone, de aprovechar cualquier robo de balóny salir al contragolpe en velocidad. De modo que los de casa a verlas venir y los forasteros a intentar marcar con un fútbol bien jugado y con la idea de encontrar el gol en cualquiera de sus incursiones. Sucedió. El Villareal siguió a lo suyo hasta el descanso. Inmediatamente después del descanso el entrenador, Marcelino García sacó del campo a Castillejo y le sustituyó por Baptistao para que jugara de extremo derecho (¡!), los canarios se fueron replegando y si jugando al ataque se desenvolvían bien y marcaron, en la segunda defendieron mejor y sostuvieron la victoria mínima hasta el que acabó aquello. Fin de la cita.

Se dirá, seguro, que lo de jugar tres partidos a la semana, o más carga mucho, que los futbolistas están cansados y lo están en un sentido amplio, quiere decirse que tienen una carga excesiva en las piernas, pero sobre todo el cansancio alcanza las entendederas hasta el punto de que también el cerebro se fatiga, con lo que puede ocurrir que querer, quieren, pero que las ideas no surgen por si mismas. Las Palmas apareciócon un equipo que juega ligero, que ha fortalecido su sistema defensivo con fichajes de invierno y le ha salido bien. Aguantan cuando es menester y juegan alegres si el rival comete el error de dejarles el juguete con el que se entretienen que da gusto.

La derrota en casa y a estas alturas es un dolor, pero pudo evitarse, todo y la referida superioridad de los canarios. Nunca se le debió regalar la pelota porque con ella y con más reservas podían sorprender. Lo hicieron.