La parroquia de San Bartolomé y San Jaime de Nules fue el escenario elegido para despedir a uno de sus vecinos más ilustres de su historia deportiva. Familiares, amigos y representantes del mundo del fútbol se encargaron de despedir a Antonio Pérez Balada, el último superviviente del primer ascenso del CD Castellón a Primera División allá por 1940. El presidente de la entidad albinegra, David Cruz, no se perdió el entierro de esta leyenda orellut, tal y como rezaba la corona de flores que el club de la capital de la Plana hizo llegar hasta la iglesia.
Antonio Pérez, que había pedido ser enterrado con la insignia de oro y brillantes del Castellón, murió el pasado lunes en su localidad natal. Nacido el 15 de octubre de 1919, recaló en el equipo albinegro en 1939. En la temporada 1939-40 logró el ascenso a Primera con el Castellón en el que militó otras cuatro temporadas más, hasta 1945. Tras 109 partidos de Liga y otros 18 de Copa, hizo las maletas para recalar en el Atlético de Madrid (1946-48), antes de marcharse al Valencia, donde se retiró tras jugar allí hasta 1952.
Pero, más allá de lo deportivo, el prólogo a su vida futbolística no fue nada fácil. Con 17 años, en 1938, fue incorporada a filas y vivió las batallas del Ebro y del Segre, de las que salió con vida. Se libró de caer prisionero de los nacionales al cruzar la frontera por Portbou, pero en Francia tampoco tuvo excesiva fortuna. Se pasó seis meses en los campos de prisioneros de Saint Cyprien y Agde. El único consuelo fue que allí pudo volver a jugar al fútbol. Al final, tras su regreso a España, se enroló en las filas del Nules donde, tras dos excelsos partidos de Copa ante el Castellón, comenzó a escribir su historia en albinegro.
