os aficionados a los que gusta mucho el fútbol, incluso más allá de que gane el partido nuestro equipo o el rival, esperamos la llegada del Barcelona a El Madrigal como esperan la lluvia los veranos secos. Quiere decirse que cuando ya la liga comienza a marcarse el último tercio, por el campo de la Plaça del Llaurador han pasado equipos que militando en Primera División llegan dispuestos a deshacer lo que los locales intentan y lo hacen por urgente necesidad. Les es menester alcanzar al menos un punto de los tres en litigio y cuando lo consiguen alcanzan un pedazo de la salvación del descenso. El fin justifica los medios, pero los aficionados pasamos dos horas aguantado el bostezo. Por eso, porque esperamos al Barça con la esperanza de gustar de lo que seguramente habrá de proponernos el mejor equipo del mundo, damos por descontado que el triunfo se lo llevarán los azulgrana y nosotros nos quedaremos con el gusto de ver evolucionara a unos cuantos futbolistas dotados de unas condiciones técnicas, físicas, tácticas y estratégicasque pondrán de manifiesto una y otra vez, sorprendiendo con entradas y salidas, dando la sensación de que tienen un contrato establecido con el balón de modo que este rodará en una dirección y otra y otra más, de forma que asienta a lo que el cerebro del futbolista, que no sus pies, le irán dictando. Se diría que el rival está soloporque alguien ha de hacer el papel de antagonista. El Barcelona era recibido en Villarreal con el afecto de sus seguidores de aquí más los desplazados, más los simpatizantes, que los tiene a puñados. Lo que no esperábamos es que, quien corresponda, destinara a un árbitro joven y murciano, para pitar un encuentro del que lo que esperábamos era puro espectáculo, como ha quedado dicho. A los quince minutos de partido el sujeto había sacado a relucir ya cuatro tarjetas amarillas, sin que ninguna de las acciones tenidas por falta merecieranser castigadas con amonestación. Tres de las cuatro para jugadores del Barcelona, una para un futbolista del Villarreal. Empezamos a pensar que el hombre había llegado a Villar-real a armar el taco, pero no sabíamos la que nos esperaba. Porque el hombre, en un ataque del Barcelona, se inventó una falta que existió solo en su imaginación, se sacó sobre el área local y Rakitic marcó el primer gol del partido ante el asombro de un público que hasta entonces lo estaba pasando bien. Ese primer gol enardeció al público, pero cuando algunos minutos más tarde Neymar se tiró dentro del área y el refree pitó un penalti que solo existió en sus ganas de joder la tarde al público, el clamor de los asistentes debió oírse en toda la ciudad. Con el cero a dos se llegó al descanso, y en el entreacto los espectadores se agolparon ante los monitores instalados al efecto de poder contemplar las incidencias delo partido, para comprobar si era o no falta la jugada que precedió al primer gol del Barcelona y como no, la jugada en la que el meta Asenjo contacta primero y agarra después el balón sin cometer infracción alguna. El pitapenales que no son, siempre que el perjudicado sea el pobre puede que haga carrera en lo de pitar partidos para partidos como el de la tarde de ayer en Vila-real

En el entreacto los aficionados se entretuvieron haciendo porras por ver quien acertaba acerca de los caracteres y cantidades que el Barcelona marcaría antes del pitido final. La media docena estaba entre la cifra más utilizada y en esas comenzó la segunda mitad. El Vila-real salió todo9 lo enrabietado que sus escasas fuerzas le permitían. El sistema defensivo funcionó, los delanteros del submarino tuvieron oportunidades y entre ellas una que acertó a rematar Bakambu que puso en uno a dos en el marcador y metió a los locales en el partido. Al grito «sí se puede, sí se puede», los locales sacaron fuerzas de flaqueza y visitaron el área contraria, tuvieron ocasiones y entre ellas una que se fue a corner, que, sacado y despejada la bola, dio en el cuerpo de un defensa del Barcelona y se alojó en la red. El dos a dos resultó letal para los ánimos del Barça, mientras que los de casa aguataban los ataques una y otra vez. Se le pudo ganar al Barcelona un partido que el Villarreal perdía y cuyo empate al que deben sumarse los méritos de uno y otro, debieron ganar los locales.

Árbitros como los de ayer tarde en El Madrigal son, como poco, un grano en el culo de los directivos de la cosa, a los que dejan en muy mal lugar. No se pueden sacar tarjetas a jugadas que ni siquiera son falta y que el mismo jugador, comete otra que sí la merece y entonces un sujeto como el de ayer no se atreve enseñársela, con lo que Luis Enrique tiene que sacar del equipo al protagonista. El menda al que nos hemos venido refiriendo, digo del que tenía el pito de pitar, expulsó también al entrenador Marcelino García. Después de todo esto, este equipo de aquí ha vencido a todos los grandes en El Madrigal, menos al Barça que es mes que un club y el árbitro que le pitó.