La preocupación entre los seguidores del Vila-real ahora mismo es la posibilidad más o menos probable de que el submarino amarillo llegue al final de la Liga asentado en el cuarto lugar de la tabla, lo que le adjudicaría el derecho a entrar en la disputa de la Champions el año que viene. Seis puntos de diferencia sobre sus inmediatos seguidores es una diferencia que ya quisieran para sí sus perseguidores. Quiere decirse que del mismo modo que la masa social que da soporte al Vila-real está intranquila por los resultados que los amarillos puedan alcanzar en el futuro más o menos inmediato, apenas es nada comparado con las expectativas que Sevilla o Celta de Vigo se deben estar planteando.

Así las cosas, es menester recordar a los de aquí, que si han sido capaces de hacer morder el polvo a todos los grandes en sus confrontaciones particulares en El Madrigal, y todavía está por jugarse el encuentro que les enfrentará al Real Madrid en el Bernabeu (aún hay que jugar el partido) lo que queda de liga más la diferencia de seis puntos puede ser colchón suficiente a poco que el equipo mantenga la solvencia de la que ha hecho gala a lo largo de la competición. El equipo es, seguramente, menos solvente de lo que pueden ser (son) los tres equipos que le preceden, pero a la vez lo es más que los que le siguen. Y dado que los encuentros que faltan por dilucidar son cada semana menos, cabe afrontarlos según la teoría de Simeone, partido a partido, como si de una final se tratara. Las apuestas, a día de hoy, conceden al Vila-real un porcentaje muy alto de hacerse con el cuarto puesto, lo que pongo de relieve porque ese es el resultado de las estadísticas, que solo son eso, pero nada menos que eso.

El Vila-real, a día de hoy es un gran equipo, mejor valorado fuera que dentro. Salvo alguna derrota particularmente abultada en los últimos tiempos, no es el submarino un equipo al que sea fácil marcarle algún gol. El descanso de estos días con ocasión de los compromisos de la selección española ha de ofrecerle la posibilidad de afrontar el calendario de liga más su participación en la Liga Europa en unas condiciones de rentabilidad digamos normales, todo y la cantidad de partidos que ha de disputar en ambas competiciones, particularmente por el interés en llegar lo más lejos posible en la competición europea.

Y ya puestos, ni siquiera se plantea como imposible su presencia en la final de la Liga Europa. Al Vila-real se le resiste un título que su trayectoria merece y uno está convencido de que puede acabar siendo el tapado de entre los que quedan en el segundo torneo europeo de clubes de Europa. Los vila-realenses han hecho morder el polvo a equipos tan sólidos como el Nápoles y el Bayer Leverkusen, lo que pareciendo un imposible se convirtió en realidad aplastante, lo que tiene que significar un incremento de la autoestima.

Tampoco hay que desestimar el empate frente al Barcelona, que dio un punto, pero lo hizo después de remontar el cero a dos que había alcanzado el Barça, que contó con la ventaja de cobrar un empate gracias al error cometido por el referee que señaló un penal que solo existía en su imaginación. La remontada ante el equipo que será en nada campeón de liga viene a poner en valor lo citado más arriba, digo de la eliminación del Nápoles y Bayer Leverkusen, ambos favoritos antes de los encuentros respectivos. Ahora o nunca deben (debemos) pensar los que desde el inicio de temporada venimos sosteniendo la idea de que el Vila-real dispone esta temporada, probablemente, de una de las mejores plantillas de su historia. La final de la Liga Europa y el cuarto puesto en la primera competición española son perfectamente posibles, a condición de que los profesionales se lo crean y la suerte no les vuelva la espalda.