eguramente ya la habré utilizado en alguna otra ocasión, pero me volveré a referir a la leyenda urbana según la cual los gitanos no quieren que sus hijos inicien cualquier primer proyecto con resultados satisfactorios porque da mala suerte. Lo recordé la noche del jueves en El Madrigal, cuando al minuto de juego aproximadamente, Bakambu consiguió el primer gol. Ante el saque de un balón desde dentro del área pequeña por parte del portero rival, el delantero local le presionó y la bola, impulsada por el meta, rebotó en la bota del delantero y se alojó en la portería del Sparta. Eso es un premio al afán y la constancia del delantero, pero también una jugada maestra de la suerte.

Dando por cierta la aseveración gitana, ahí terminó la buena suerte de los locales que, teniendo toldas las ocasiones deseadas y algunas más, se tuvieron que conformar con marcar otro y encajar uno que deja la eliminatoria prendida con alfileres. En cualquier caso, y de momento, el partido lo ganó el submarino, que de tomarse el partido de vuelta con un poco más de realismo pasará a la semifinal.

Se había pedido con insistencia la presencia de los aficionados para que los futbolistas se sintieran arropados y la respuesta, no siendo abrumadora, dejó constancia de que está a lo que haga falta. Así en su asistencia como en la buena actitud mostrada durante el partido, de modo que por lo que se refiere a la claque no se podrán quejar, todo y que la hora, en un jueves a las nueve de la noche, convida a quedarse ante el televisor aunque no sea lo mismo.

El partido tuvo emoción para llenar las gradas de El Madrigal de suspiros, ayes, blasfemias y procacidades que pusieron la banda sonora por la que el entrenador, Marcelino, había suspirado, pero sirvió de poco. Y peros, hubo peros, particularmente la concesión de la jugada del gol, que ya en los últimos segundos de la primera parte marcaron los checos, por una bajada de brazos, quiere decirse la concentración exigible, del sistema defensivo local que ante la inminencia del descanso se confió en exceso, y eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca.

El partido tuvo también su parte espectacular, protagonizada por tal vez el mejor futbolista de que dispone el Villarreal en estos momentos. Hablo de Denis Suárez, un futbolista grandioso al que parecen esperar otros vestuarios la temporada que viene y todo eso que perderemos los espectadores que asistimos habitualmente al campo de la Plaça del Llaurador. Es la servidumbre (otra) de los equipos pequeños, deudores de los grandes, si bien Denis en el Barça difícilmente dispondrá de los minutos que su calidad exige para seguir progresando.

El camino de su progresión ha comenzado a andarse en el Villarreal y sería un crimen que el tridente del Barcelona lo parara en seco, aunque siempre le quedará el submarino.

Hemos vuelto a ver bajo palos a Asenjo y lo hemos visto con la capacidad suficiente para volver a ser el que fue antes del último (eso le deseamos) paréntesis, consecuencia de esa lesión repetida y puta. Es una pelea paralela que el portero del Villarreal ha de disputarle al azar, también empeñado en ganarla. Asenjo era uno de los mejores porteros españoles de la competición y volverá a serlo muy pronto. Ahora mismo comparte partidos con Areola, ese chico francés paralotodo que ha realizado una temporada brillantísima y al igual que Denis volverá al equipo que nos lo dejó para que nosotros disfrutáramos de su talento.

No fue la del jueves la mejor noche de Trigueros, ese jugador desbordado de talento, empeñado en una irregularidad sistémica, lo que resulta de todo punto lamentable para un futbolista con condiciones para explosionar en gran figura. El jueves estuvo excesivamente desaparecido y el equipo lo notó. Es extraño y lesivo para él y para el equipo que, teniendo como resulta manifiesto un compañero resueltamente espléndido en su juego y en su implicación -hablo de Bruno- no haya sido capaz de darse cuenta de lo que se está perdiendo. Es técnicamente casi perfecto y el equipo le necesita más implicado. Debería tomar nota.

Quiero terminar poniendo de relieve la progresión de Bailly que, en una edad en la que otros comienzan a despuntar, él ya está maduro. Dicho todo eso, confío en que la eliminatoria, todo y su dificultad caerá, para bien, del lado amarillo.