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El Barrio de...

Tir de Colom, el sur también existe

La mejora del asfaltado, el mantenimiento adecuado de las zonas verdes y la pugna por un centro polifuncional son algunos de sus grandes objetivos

Representantes de la asociación vecinal Tir de Colom Carme Ripollés

Tir de Colom, tan cerca y tan lejos, un barrio de grandes dimensiones abandonado durante años a su suerte, puerta de entrada a la ciudad por el sur y con una actividad tan intensa que te absorbe por completo. Nos citamos con Ramón Sarriá e Inma Martí, presidente y vicepresidenta de la asociación vecinal, en el singular Maset Blau de la calle Maestro Arrieta, testigo de la zona de huertos que era no hace muchos años esta dinámica parte de la ciudad

Curiosa la historia del Maset Blau, cuya rehabilitación fue reclamada durante años por la asociación vecinal, que fue arrinconada una vez recuperado el edificio por la decisión de la exconcejala de la Tercera Edad del PP, Marisa Ribes, de priorizar a una asociación afín de jubilados y pensionistas que, no diremos que le hacen la vida imposible al colectivo vecinal, pero que sí se lo ponen complicado, hasta el punto de haberse encontrado alguna vez una cadena que les impide el acceso al despacho que aún tienen derecho a utilizar.

No lo dicen claramente, pero de sus palabras se deduce un claro resquemor con la atención recibida durante todos estos años por el Partido Popular. Aseguran que con solo unos meses de gobierno de PSPV y Compromís se ha notado otro talante, que no es otra cosa que «escucharnos y pedirnos que les hagamos propuestas». Un ejemplo de estas complicadas relaciones con el PP lo encontramos en la amplia plaza enfrente del Maset Blau, donde la gran pastilla dotacional que se encuentra en el lugar ha sido ocupada por un huerto urbano y una enorme - más de 2.000 m2- zona de esparcimiento canino. «Un día nos encontramos con que el concejal de turno nos dijo que se planteaban poner en marcha la zona para perros; nosotros le dijimos que preferíamos un centro polifuncional y, 24 horas después, había máquinas trabajando para prepararlo todo para el espacio canino». La queja fue tan amplia como inservible porque los proyectos ya estaban decididos de forma unilateral por el ayuntamiento. Eso sí, los vecinos de Tir de Colom renunciaron a gestionar los huertos urbanos, que fueron a manos de la asociación Virgen de Lidón.

Si trazamos una línea imaginaria, Tir de Colom contempla las necesidades de los vecinos integrados entre la plaza Padre Jofre, la Gran Vía Tárrega Monteblanco, Músico Pascual Asensio, avenida Valencia, Ronda Mijares y calle Pelayo.

Tir de Colom lleva en marcha más de 20 años. Nació, como numerosas asociaciones vecinales, para controlar los proyectos urbanísticos a los que se asomaba la ciudad por todos los barrios.Y vivió su primer triunfo: frenar un bloque de viviendas en el solar que había ocupado durante décadas unos viejos almacenes de la Caja Rural en Maestro Arrieta, al lado de unas viviendas sociales. Hoy el solar es dotacional.... pero sigue siendo eso, un solar abandonado a su suerte por el ayuntamiento.

Otra de las grandes batallas se libró en la plaza de las Comunicaciones, en el parque del Oeste, con un diseño inicial difícil de catalogar, que la convirtió en un búnker y en un punto caliente del menudeo de drogas, con el añadido de estar situada junto a la fachada de un instituto. La plaza, gracias al empuje de la asociación vecinal, es hoy un espacio abierto, lo que no quita que haya que denunciar el lamentable estado de sus jardineras cerámicas y la escasa poda de su arbolado.

El urbanismo en algunas zonas del barrio es, por decirlo suave, singular. La crisis provocó que algunos edificios no comenzaran ni a construirse, lo que hace que aparezcan solares en medio de la nada. Hubo momentos en los que el urbanizador de un edificio adecentaba su parte de acera, que quedaba sin concluir porque el otro inmueble previsto no se pudo levantar por el freno global de los proyectos inmobiliarios, recuerda Ramón Sarriá.

Plazas sin nombre

El Maset Blau, por ejemplo, está en una plaza que por no tener ya no tiene ni nombre. A su lado, un banco de granito de dudoso gusto que colocó uno de los urbanizadores de la plaza. Pongamos que en su momento instaló una veintena... En la actualidad quedan 3 porque el resto acabaron en escombros. Nos encontramos con un par de farolas instaladas en -sorpresa- postes de madera de la red eléctrica. «Mira que farolas isabelinas», nos comenta con sorna Ramón Sarriá. Pero también hay entornos que sí se han cuidado, como los vestigios de la antigua fábrica de azulejos Fernando Diago Piñón, de la que quedan un precioso arco de entrada y una de sus viejas chimeneas.

En destacable también el atractivo arbolado que aparece en algunas plazas y calles del barrio, acompañado por historias singulares. Vemos muchos olivos de gran belleza, que como nos confiesa Ramón Sarriá llegaron tras no cuajar su destino inicial: rotondas de Castelló. También aparece un curioso árbol inclinado en una plaza -también sin nombre- detrás del bar El Racó de Iván, árbol que llegó tras ser rechazado por los vecinos en la pequeña plaza de la calle Compositor Asencio, en el inicio de la calle Gobernador.

Caminar una tarde por el Tir de Colom es hacerlo por un barrio lleno de vida. Mezcla de culturas y de razas, Tir de Colom ha sufrido, y sufre, los problemas de la crisis económica, con familias en paro, pero eso no impide que se detecte una gran convivencia vecinal. Estamos además ante, sin duda, uno de los barrios con más niños y niñas, a lo que ayuda el disponer de varios colegios, como Gregal, Ejército, Juan Ripollés, Estepar o Antonio Armelles, muchos conseguidos por la pelea de la asociación de vecinos.

Para ellos, para niños, adolescentes y jóvenes, reclaman un centro polifuncional donde realizar actividades o una biblioteca mejor dotada que el minúsculo y lejano punto de lectura de la calle Manuel Azaña. Más atención de las zonas verdes, el cuidado de las plazas y calles, asfaltado y limpieza son sus constantes reclamaciones, porque insisten en que el distrito sur «también existe».

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