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Pero

Cada vez que alguien dice Yo soy del Castellón, PERO me echo a temblar, me arrodillo, agacho la cabeza y junto las muñecas para que se me lleven detenido. El Yo soy del Castellón, PERO es el nuevo Yo no soy racista, PERO.

En esta ocasión, el Yo soy del Castellón, PERO lo soltó Vicent Marzà, conseller de Educación, Investigación, Cultura y Deporte. Marzà acudió a un desayuno informativo en el Casino Antiguo y allí le preguntaron cómo podía la Generalitat ayudar al Club Deportivo. El Yo soy del Castellón, PERO de Marzà, que afirmó también ser blanquinegro (no imagino a un bético diciendo ser blanquiverde en lugar de verdiblanco, aunque bueno, es un tema menor este), fue uno de los recurrentes. Vino a decir, como dicta el discurso oficial de la provincia, que el dinero público no está para ayudar a los clubes de fútbol, que ya es mala suerte que toque eso justo aquí y ahora y no antes, como es mala suerte que lo nuestro sea fútbol y no cualquiera de esos deportes (todos los demás) que sí tienen permitida la subvención pública, por no hablar de partidos políticos, medios de comunicación y cualquier otra rama de la economía. A cambio, Marzà brindó su apoyo al Castellón, faltaría más, PERO no hizo referencia ni a la causa judicial abierta, ni a los indicios de corruptelas que señala la instrucción del caso Castellnou, ni a la capacidad institucional para desbloquear problemas, construir una alternativa real a los restos del naufragio pepero o buscar inversores siquiera, no. Marzà aseguró que ayuda al Castellón diciendo que es del Castellón en los palcos de otros clubes de fútbol.

Y oye, pensándolo bien, estamos salvados. Confieso que primero me preocupé por la repetida ceguera gobernante, más que nada por lo que se podría hacer y no se hace con un Castellón casi centenario, sano y transversal a la hora de articular la ciudad, la mía y la suya, tan coja en su relato y tan cargada de páginas en blanco y ambigüedades. Me preocupé, lo admito, pensando que los de ahora están haciendo más o menos lo mismo que los de antes (nada, en el mejor de los casos), PERO no, luego vi la luz y abracé la teoría Marzà con la fe de un converso. El hombre tenía razón: llevo toda la semana diciendo Yo soy del Castellón a todo al que me cruzo por la calle, y me siento mucho mejor persona. Cuando llevo a mi hija al colegio, cuando bajo en el ascensor frente al espejo, cuando compro la merienda, cuando subo en el ascensor frente al espejo y cuando recojo a mi hija del colegio. Debo acumular unos 200 Yo soy del Castellón y con eso ganamos al Torre Levante seguro. Calculo que el martes, doblando esa cifra, Cruz pagará las nóminas atrasadas, y el miércoles, asimismo, a base de Yo soy del Castellón se resolverán los líos sobre la propiedad, y una cosa menos. El jueves, con tanto Yo soy del Castellón, el club cancelará las deudas con Seguridad Social y Hacienda, y nos olvidaremos de tanto plazo y tanto coñazo. Así, con la supervivencia asegurada, se multiplicarán los Yo soy del Castellón por todo el mundo: seremos ricos y humildes, el consejo caerá en una marmita de lucidez, a Cruz le crecerá melena y no se enfadará si le cantan que es calvo, Castalia será una bañera de fútbol pasional que borre la desazón y la injusticia y el equipo subirá de calle, en borrachera feliz de gloria y épica.

Temporada tras temporada, de Yo soy del Castellón en Yo soy del Castellón iremos subiendo escalones, levantando títulos, encerrando culpables y ganando elecciones por mayoría absoluta. Y cuando estemos en la cima, cuando seamos los mejores, cuando ni el Fadrí nos haga sombra, alguien recordará, en un acto de justicia: Gracias, Marzà, contigo empezó todo.

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