Javier Jiménez realiza las prácticas del máster en una pequeña escuela de música de una localidad de la Comunitat Valenciana. Hoy, Mario, uno de sus pacientes, acude orgulloso a contarle sus logros con la trompeta: ha aprendido a tocar las notas do y re. Javier le estrecha la mano, le felicita alabando sus dotes musicales y nos recibe para adentrarnos en una entrevista en la que nos explicará su profesión: la musicoterapia.

La musicoterapia es el uso de la música o de sus elementos (el sonido, el ritmo, la melodía y la armonía) en pacientes para facilitar su comunicación y aprendizaje. También ayuda a mejorar la organización y las relaciones e incluso satisface necesidades físicas y emocionales. «A diferencia de lo que muchos piensan, no solo se utiliza música clásica, sino todo tipo de música, teniendo siempre en cuenta los gustos del paciente.

Por ejemplo, yo llevo más de dos semanas escuchando la canción de Frozen (una película de Disney)», explica Jiménez entre risas.

En España, los musicoterapeutas escogen diferentes y variados ámbitos de actuación. Enfermos de cáncer, personas con alzhéimer, niños con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o mujeres embarazas son algunos de los sectores donde se desarrolla la musicoterapia. Sin embargo, cabe resaltar que la mayor parte de los profesionales, que solo en nuestro país rondan los 2.000, trabajan en el sector de la educación especial o la geriatría.

Álex March, presidente de la Asociación Valenciana de Musicoterapia (AVMT), explica que el trabajo de la musicoterapia se centra en tres ámbitos: educativo, sanitario y socio-comunitario. «Estamos luchando en estos tres ejes para que los musicoterapeutas puedan estar cada vez más integrados o trabajando desde una perspectiva profesional». La duración de los tratamientos de musicoterapia es muy relativa. «Puede llevar de seis meses hasta varios años, dependiendo del trastorno del paciente», aclara Jiménez.

En cuanto a la predisposición de los usuarios, el profesor señala que «no hay que presentar la musicoterapia como una ayuda o un problema, sino como un juego». Y añade: «Al principio cuesta, pero tras tres sesiones ya hay más confianza, se empieza a ver un grupo más consolidado y se pueden plantear actividades sin problemas».

Musicoterapia y medicina

El principal beneficio que conlleva la musicoterapia es el alivio del malestar físico y psíquico, ya que, al ayudar al paciente a liberarse de las dudas y miedos de su enfermedad, reduce la ansiedad y combate la depresión. La Fundación Oncolliga lleva a cabo estas ayudas desde hace una década a través de talleres dirigidos tanto a enfermos como a familiares.

Esta técnica alternativa a los fármacos ha conseguido unos excelentes resultados. Según un estudio del Hospital Centro de Cuidados La Laguna (Madrid), el 66 % de los pacientes adultos que han participado en las sesiones disminuyen la intensidad del dolor y el 83 % reduce su nivel de cansancio, datos que animan a defender la musicoterapia como tratamiento efectivo.

Tanto es así que varios hospitales valencianos han apostado por dichos talleres y los han incorporado en áreas como las demencias, los trastornos psíquicos, los cuidados paliativos o el autismo. Un ejemplo de ello es el Hospital Doctor Moliner de Serra (Valencia), que ha decidido alargar los tratamientos de musicoterapia que ofrece a pacientes convalecientes, con daños cerebrales y de larga estancia. Además, desde hace poco más de dos años, el Hospital Marina Salud de Denia también emplea la musicoterapia en personas que han sufrido un ictus.

Sin embargo, la disciplina carece de un marco legal que reconozca y ampare la profesión en nuestro país. Es por ello que, desde julio de 2011, la Asociación Valenciana de Musicoterapia (AVMT) lucha junto con otras entidades integradas en la Federación Española de Asociaciones de Musicoterapia (FEAMT) para intentar ser escuchados por la administración y conseguir así la regulación del sector.

Desde el Registro Español de Musicoterapeutas argumentan cuatro razones de peso para que esta técnica tenga el reconocimiento legal que se merece. Manifiestan que existe una necesidad de crear un censo de profesionales con el fin de establecer un registro español de musicoterapeutas. Tras ello, se elaboraría un código ético para reconocer la profesión y definir, a su vez, la figura del supervisor en musicoterapia, diferenciada del tutor de prácticas.

Apoyo a la disciplina

El auge de estas terapias ha logrado captar la atención de organizaciones sociales y empresarios. El año pasado, la Universidad Europea premió con 1.600 euros la iniciativa «Música para despertar» del psicólogo granadino Pepe Olmedo en el Hub Micromecenas edición Premios JES (Jóvenes Emprendedores Sociales).

El proyecto ofrece un tratamiento terapéutico a enfermos de alzhéimer con el fin mejorar su calidad de vida: reduce el consumo de medicamentos gracias a que en las terapias se trabaja con la música que les ha acompañado durante toda su vida.

En esta misma línea, la Fundación Solidaridad Carrefour donó 180.000 euros a seis ONG en la XII edición de su programa de Convocatoria de Ayudas que premia a las organizaciones que trabajan a favor de la infancia con necesidades especiales. Entre las seleccionadas se encuentra la asociación Amappace de Málaga, que invertirá sus 30.000 euros en un proyecto de musicoterapia para niños y jóvenes con parálisis cerebral.

La musicoterapia está demostrando su efectividad pero necesita de un respaldo social lo suficientemente fuerte como para llegar a las instituciones y lograr la regulación de la disciplina y el reconocimiento de los profesionales, algo que ya ocurre en otros países de Europa. Algo tan simple como los ritmos y las melodías de la música pueden convertirse en la mejor medicina para muchos enfermos.