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Opinión | Las cuarenta

Cundir

Andreu Buenafuente se preguntaba no ha mucho en qué momento podemos colegir que cunde el pánico

Andreu Buenafuente se preguntaba no ha mucho en qué momento podemos colegir que cunde el pánico. Planteaba incluso la no tan extraña situación de un ascensor averiado lleno de personas, a las que imaginaba cronómetro en mano, esperando sin inmutarse antes de poder mostrarse histéricos, a partir del minuto uno, del segundo ¿o cuándo? No es un verbo agradable, venía a concluir, ni siquiera para conjugarlo en su monólogo en una hilarante lección gramática por reducción al absurdo.

También desconozco cuál es el instante preciso en que la autoridad reviste las denuncias del periodista con la vitola de una sentencia. No es que esté esperando una desgracia con la que redondear mis tesis. Pero más que una obviedad deviene una condena esperar que se diluyan los objetivos deportivos para exigir responsabilidades, igual que en el plano económico sólo los impagos puedan delatar el fracaso de una gestión.

España pasa por ser el país de Europa con mayor promedio de ascensores. Digo que no será difícil comprobar la teoría de Buenafuente de que cuando se abre el ascensor compruebas, con desazón, que se ha averiado entre dos plantas, obligándote a trepar hacia la superior o dejarte caer hasta la inferior. Como ha cundido el canguelo, no piensas que en ese momento pueden arrancar de nuevo los motores y te pillará con medio cuerpo en cada lado, partiéndote en dos. Sales a toda prisa.

Esa especie de huida hacia adelante, desesperado a lo que salga, barrunto que son los últimos movimientos en torno al CD Castellón. Espero que nadie se me venga encima si antepongo la supervivencia del club al deseo de un ascenso. Porque nadie me puede convencer de que lo segundo revierte inequívocamente en lo primero, cual aplicación biyectiva. No sería el primer caso que Hacienda resuelve una disolución por no atender su deuda sin importarle la categoría en que milite el moroso.

Y antes de que ese temor cunda por doquier, el Castellón se proyecta en China como una inversión de futuro. O amplía su extenso organigrama con Jordi Bruixola como director general. Valga que la excursión pueda ser positiva o que el fichaje pondrá en la calle a más de un inútil que medraba por Castalia y que abrirá las puertas a esas relaciones con las instituciones públicas, la Federación y hasta con otros clubes que sólo David Cruz se ha encargado de enturbiar. Pero ello no justifica los retrasos en los pagos y menos con los jugadores, que son los que juegan cada domingo en pos de ese anhelado ascenso. Por cierto, dos semanas ya sin contestar si el resto de empleados, presidente incluido, tampoco cobran.

Y mientras, seguimos sin saber cómo va a cubrir los plazos a los que obliga el concurso de acreedores. Sin aclarar el conflicto sobre la propiedad de las acciones. Y sin ampliar la demanda sobre el expolio de la SAD. Cunde el desgobierno.

Eso sí, no hay que perder la ocasión de quedar mal con la afición o con todo aquel que ose cuestionarle más allá de que las formas sean o no adecuadas. Primero fue la demanda contra unos aficionados, luego su negativa a retirarla y pedir una indemnización, coronado con la ausencia de rectificación, gesto o disculpa alguna en el momento en que el juez le borró los delirios de grandeza. Pero un nuevo episodio jalona ya su tradicional enfrentamiento con la grada. Fue este domingo, cuando ante las críticas de algunos seguidores les conminó a imitar a Hipólito Perales, sorprendido testigo del incidente y benefactor del club pagando el autobús del desplazamiento a Orihuela. Pero David Cruz omitió arteramente en su reclamación que para él nunca cunde el ejemplo.

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