Ni los rivales que le quedan por delante, ni el calor creciente de la primavera, ni el acoso de los perseguidores, ni el retraso en los pagos de las nóminas, ni nada parecido a eso va a resultar, en realidad, un obstáculo tan grande para el Castellón como el estado de urgencia en el que vive instalado el club desde hace un lustro, y todo lo que conlleva. El partido contra el Benigànim en Castalia fue una muestra de ello. Pese al gol tempranero de Charlie Meseguer, pese al 4-1 final, pese a la victoria que afianza la cuarta plaza de promoción a falta de tres jornadas para el final del campeonato, el Castellón mantuvo durante gran parte de la tarde una lucha tortuosa contra los nervios, los propios y los ajenos, los que van de la grada al campo y del campo a la grada, los que invaden de inseguridades la coraza del equipo orellut, que no podía fallar y no falló, pese a todo, en una jornada de victorias de todos los rivales directos.

Termina la temporada y cada partido adquiere una dimensión superior, cada paso cuesta darlo más que nunca. El caso fue flagrante ayer en el Castellón y en Castalia como pocas veces. Las ganas de animar de la gente, los reproches y los silbidos tímidos que se escapan casi sin querer, los murmullos crecientes en un pase atrás, en un envío fallado, en una duda peligrosa, conforman una mezcla que se llama realidad albinegra aquí y ahora. Más le vale adaptarse al equipo, mal que bien, porque es el paisaje resultante e inevitable tras años de frustraciones varias, acentuadas por la intención del club de supeditar la viabilidad a todo lo que sean capaces de generar afición y vestuario.

Enfrente, el Benigànim, como todos los rivales, se presentó siendo consciente del panorama. Por eso se lo tomó con calma infinita, pese a ir perdiendo desde el minuto 4, por eso retrasó cada saque en busca de elevar la ansiedad de los albinegros. Y lo consiguió, hubo un tramo importante del primer acto en el que el Castellón merodeó la desgracia, paralizado por algo similar al miedo.

Y eso que empezó bien. Carlos López, el pivote sorpresa en el once, tardó poco en dar muestras de su personalidad. En el minuto 3, con el cuajo de un veterano, giró con la bola en la salida, midiendo riesgos y adivinando posibilidades. Dio el pase que tanto suplica en Castalia el mediapunta, encontrando a Charlie Meseguer entre líneas. Ahí la jugada hizo clic. La apertura de Meseguer a Juanfran desembocó en el pase al espacio para Ebwelle, que llegó antes que el portero y provocó el penalti del 1-0. Meseguer, tras el fallo de Tariq frente al Torrevieja, asumió la responsabilidad. Engañó al portero, 1-0.

El valor del gol fue superlativo, porque sin él, todo lo que después fue amago (bronca, nervios, bloqueo) hubiera sido condena. El Benigànim desarrolló su guerra de guerrillas. Abusó de la inseguridad de la defensa albinegra en la salida y asomó en pelotas paradas. Pudo empatar Fran al recoger un despeje fallido de Juanfran, justo cuando más paciencia exigía el partido a los jugadores. En ese momento halló el Castellón un salvavidas en el molinillo intenso de las piernas de Luismi Ruiz, otro de los jóvenes. Sus incorporaciones, generalmente lanzado por aperturas de Meseguer, alumbraron las mejores oportunidades. Falló el estoque en el remate, pero hubo rédito colateral. Al filo del descanso, en un córner provocado por uno de esos centros de Luismi, Tariq le sacó un penalti al defensa. Ahora sí él, en el minuto 42 y desde los once metros, marcó el 2-0 previo al intermedio.

Sentencia

La doble ventaja allanó el camino de los locales. La vida siguió más o menos igual en el segundo tiempo. Entró Jorge Giménez y alguien gritó «burro», seguramente al azar, por aburrimiento. A los dos minutos, en el 57, Juanfran recogió un pase de Jorge en la frontal y golpeó suave y limpio, a la cepa del palo. Del 3-0 se pasó rápido al 4-0, con un pase interior de Charlie Meseguer y una maniobra efectiva de Ebwelle. No lo celebró Ebwelle, quizá porque el Benigànim vestía con los colores de Camerún, o vete a saber por qué. Pero se quedó quieto.

Sea como fuere, el partido acabó ahí. Hubo ovación merecida al joven Carlos López en los cambios, y un error grosero de Álvaro Campos con los pies, que regaló el 4-1 de Jordan para el Benigànim. También algunas cositas del revulsivo Rida, jugadas directas al limbo y un alivio final propio del equipo que sobrevive. Sin que le sobre nada, y sin razones para el entusiasmo, le queda mucho que mejorar pero también un paso menos. Al cabo, finaliza abril y el Castellón continúa vivo.