Llega el fin de temporada. Las tardes de transistores donde el mundo de la radio cobra más vida si cabe pasan a un primer plano promocionadas por la emoción y el sufrimiento que conllevan los puntos en la recta final del campeonato. La agonía, el sufrimiento, la rabia, la tristeza, la desesperación, la ilusión, la impotencia, la alegría, los llantos, las emociones fluyen en todos los campos de primera, incluido El Madrigal. Sin embargo, una bendita paz recorre mi cuerpo como si la cosa no fuera conmigo. No hay nervios, no hay sufrimiento. Desde la comodidad de la cuarta plaza, de aquella posición otorgada al equipo que con trabajo, sacrificio y maestría ha hecho los deberes durante toda la temporada, se vive el fútbol de otra manera. Muy diferente sin duda al final de temporada de hace cuatro años, cuando el submarino se vio arrastrado por la vorágine de extraños resultados, que de un modo u otro se repiten año sí, año también, y que acaban llevándose a Segunda al más insospechado.

Esta vez no hay miedo alguno. Sí curiosidad por asomarme a ver las alegrías y tristezas ajenas, como supongo que alguno haría con el Villarreal también el pasado jueves desde la distancia. Es verdad que no existía dentro de mí, el bendito sufrimiento, paso previo al éxtasis emocional que supone la consecución de un título por ejemplo, pero tampoco lo echo de menos. De algún modo esa alegría ha quedado impregnada de manera permanente a falta de dos semanas, sabedor del temporadón que ha hecho el Villarreal. Cuarto en la Liga y semifinalista de la Europa League. ¿Qué más se puede pedir? Como poco dar las gracias a estos jugadores y cuerpo técnico, que han superado con creces las expectativas marcadas en una temporada en la que entrar en Europa, con sufrimiento y en la última jornada, ya se hubiese celebrado sobremanera.

Sin duda, con el paso de las semanas, de los meses y de los años, seguro se valorará más si cabe la gran temporada de un submarino que vuelve a pisar fuerte en Europa y que se ha ganado con creces su presencia en la próxima edición de la Champions League.

Es tiempo de reconocer el esfuerzo y el trabajo, y de loar los éxitos de un grupo que merece todo honor y toda gloria. Un grupo que cerrará la temporada el próximo domingo en Gijón, como juez de un Sporting que se juega el descenso. Nosotros desde la distancia lo viviremos con tranquilidad, como quien ve caer la lluvia tras el cristal, aunque no sé si podrán decir lo mismo Llaneza y Marcelino.

Tras el pitido final, vacaciones para unos y trabajo para otros. Y es que para que los sueños se conviertan en realidad, hay que ponerse a trabajar desde el primer momento, y a mí me consta que el Villarreal ya lo está haciendo.