l Villarreal dejó los deberes hechos el día que venció al Valencia por cero goles a dos; quería el cuarto puesto en la liga y lo consiguió presentando un equipo con los jugadores que mejor podían aguantar las exigencias físicas que le presentarían los valencianistas. Ocurrió sin embargo que alcanzó a cobrar dos goles muy pronto y a partir de ese momento el asunto quedó a cargo de los que tenían que aguantar la puerta propia. Resuelto el trámite el cuarto puesto quedó asegurado y el destino resolvería el resto. Habiendo llegado también a la semifinal de la Champions la temporada no tenía más que ofrecer, a salvo los dimes y diretes de los que se entretuvieron en desmenuzar las declaraciones del entrenador Marcelino García, su condición de asturiano de Gijón, su formación en los equipos de la cantera del Sporting, sus años como jugador profesional en el equipo titular, su etapa como entrenador después y finalmente su negativa a afirmar que deseaba el descenso a segundadel equipo de su pueblo. Pues claro que Marcelino García no puede borrar de golpe su afectividad por el Gijón, pero nadie tiene derecho a dudar de su profesionalidad al frente de un clube con el que se siente, que se sepa, particularmente integrado, y una cosa no quita la otra. A Marcelino García le costó en su momento aceptar la oferta que le ofrecía el Villarreal, pero este servidor apostaría doble contra sencillo a que, llegado el momento de decirle adiós, la almohada le ofrecerá notable resistencia.

Con lo que a las siete y media de la tarde, en punto, como ocurría en el resto de partidos en los que alguno de los contendientes se jugaba el descenso a segunda, comenzó el partido entre el Real Sportingde Gijón y el Villarreal, con el primero de entrambos jugándose la vida y el otro dispuesto a cumplir el trámite de jugar la última pachanga que le quedaba antes de iniciar las vacaciones y después de haberse vaciado de fuerzas en la última confrontación de la liga Europa, para perder de esa manera el único partido de aquel interesante torneo. Los dos partidos que restaban de liga, en casa ante el Deportivo y ayer ante el Sporting disponían de interés para los rivales pero ninguno para el Villarreal. Y así, le vimos sin alma y sin fuerzas ante el Sportingde Gijón, la tierra natalicia del entrenador Marcelino García que a estas horas habrá tenido tiempo de felicitar a sus paisanos porque al fin y después de que los arbitrajes le maltrataran de manera contundente a lo largo de la temporada, ayer ganó al Vila-real por dos goles a cero, porque se jugaba más, porque peleó más, porque tenía más fuerzas y porque se jugaba la vida y la ganó. Ya está.

Con el Levante descendido antes de jugarse los partidos de ayer, le acompañarán la próxima temporada en segunda, el Rayo Vallecano y el Getafe. Cada cual tiene sus simpatías aquí o allá. Sí recuerdo ahora, aquel supuesto apaño entre el Rayo Vallecano y el Granada que dio con el Vila-real y sus huesos en la segunda división, cuando, enterados en los últimos minutos de que el Atlético de Madrid había marcado en Villarreal con lo que se hacía con los tres puntos, mientras el empate de Vallecas salvaba a los dos contendientes que se las tenían tiesas. El Vila-real bajó a segunda , tomó aire, el paso atrás le sirvió para tomar carrerilla y volvió por donde solía. Com que hi han mes dies que llonganisses i mes anys que capellans, ahora le toca penar al Rayo, como entonces, también a última hora.

El descenso le sirvió al Vila-real para plantearse las cosas de otro modo. Con un entrenador buen conocedor del oficio, aprovechando lo que tenía en casa más alguna incorporación sin grandes ruidos, mucho compromiso y ausencia de grandes/pequeñas figuritas, se ha consolidado un proyecto nuevo y mejor, el equipo ha vuelto a Europa y lo ha hecho dejando huella.

Nos despedimos pues en la rutina de la colaboración señalan, convencidos de que haya salidas o entradas el club seguirá mirando al frente con mejor confianza, más experiencias y al menos iguales esperanzas. Con modestia, sin egos, pero con firme convicción, visca el Vila-real.