Una estación de tren siempre se presenta como una de las puertas de entrada a una ciudad. Los viajeros, que llegan en el caso de la capital de la Plana por las vías soterradas que tanto beneficiaron al municipio con su inauguración hace 16 años, se asoman a la urbe por varias puertas, aunque la primera impresión que se llevan seguro que no es la de una ciudad cuidada.
En esta ocasión nos centramos en la puerta principal, la que da a una plaza que quizás pocos vecinos sepan que lleva el nombre de una de las figuras clave, para lo bueno y para lo malo, del urbanismo de la ciudad, Víctor Falomir, que fue concejal del área desde 1991 hasta su fallecimiento en 1999.
Falomir, el hombre fuerte del entonces alcalde José Luis Gimeno, fue una de las patas del convenio histórico que, el 23 de marzo de 1994, suscribieron el Ministerio de Obras Públicas, la Generalitat, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento con Renfe para el soterramiento de las vías que partían en dos la ciudad. Las obras se iniciaron en 1998 y concluyeron dos años después.
El consistorio, para reconocer la labor de Víctor Falomir en este proyecto, decidió poner su nombre a la plaza que surgió en la cara sur de la nueva estación de tren, un punto que prometía ser un espacio alegre y moderno al ser la primera imagen que se encontrarían los viajeros que llegaban a la capital de la Plana. No tuvieron que pasar muchos años para que la zona quedase abandonada, con una fuente que se estropeó desde que se inauguró en 1999. Los años han pasado y la fuente, que ahora ya funciona, está deteriorada y acompañada por un jardín que es un verdadero secarral.
Como contraste nos encontramos con las cuidadas rotondas de la ciudad, zonas verdes para disfrute de la vista, que dan una imagen amable de los barrios de la capital, como la ubicada en la avenida Vila-real, a escasos metros de la estación de tren y cerca de El Corte Inglés.
