A mitad del siglo XIX la aprobación del Plan Pidal y la Ley Moyano venían a estructurar el sistema educativo español de acuerdo con el liberalismo vigente recién implantado. En el se establecían los tres escalones que aun actualmente persisten: la escuela, el instituto y la universidad. El acceso al instituto se hacía mediante un examen de ingreso que duró hasta la ley de educación de Villar Palasí, al final del franquismo. Pero en realidad la segunda enseñanza -la de los institutos- desde un principio estaba destinada a las clases medias y altas que gobernaban el país desde todos los ámbitos.

Gil de Zárate describe el objetivo con claridad meridiana: «Se dirige a las clases altas o medias, esto es a las mas activas y emprendedoras, a las que legislan y gobiernan, a las que escriben, inventan, dirigen y dan impulso a la sociedad, conduciéndola por las diferentes vías de la civilización; en suma, a las que son el alma de las naciones, conmueven los pueblos y causan su felicidad o desgracia». Características destinadas a una determinada clase y a un sexo, ya que la enseñanza no era gratuita y por otra parte las primeras chicas que solicitaron entrar tenían que obtener un permiso especial.

Si la segunda enseñanza estaba destinada a las clases dirigentes como la formación de profesores podemos imaginar las dificultades y los impedimentos para que las mujeres entraran a formar parte de esta minoría selecta que iba a dirigir el país o en este caso la formación de alumnos en las aulas de los institutos.

La primera alumna que ingresó en el Instituto de Castellón fue Libertad Ramos Rodrigo (por cierto, en la partida de nacimiento consta como Libertad, Igualdad, Fraternidad Ramos Rodrigo), en el curso 1882-83, natural de Valencia, su padre Joaquín Ramos Peris, médico en Vila-real, era natural de Onda y fue el primero en ser enterrado en el cementerio civil de Castellón.

Pero la primera profesora de segunda enseñanza en el instituto de Castellón aún tardaría en llegar. A principios del siglo XX encontramos las primeras profesoras en España, en concreto en 1911 Julia Gomis Llopis, como ayudante gratuita de la asignatura de Dibujo se había incorporado al instituto de Valencia. Sin embargo en Castellón para el curso 1923-24 llega una de las primeras catedráticas de instituto de todo el Estado, Maria Luisa Garcia-Dorado Seirullo, de la asignatura de Latín.

Esta profesora había nacido en Salamanca en 1896, su padre era catedrático de Universidad de Derecho, amigo de Miguel de Unamuno. Se licenció en Filosofía y Letras en su misma ciudad con sobresaliente y premio extraordinario de Licenciatura. Aspirante del Instituto-Escuela de Madrid, fue pensionada por la Junta de Ampliación de Estudios y aceptada como becaria en el Bryn Mawr College de Pensilvania (USA) en 1920. En el verano de 1921 sigue un curso en el Teacher's College de Columbia. En 1923 hizo oposiciones a cátedras de instituto de latín obteniendo la plaza de Castellón, donde llegó ese mismo año. Estuvo en nuestro instituto durante cinco cursos hasta 1928 donde, según la Memoria del Centenario, «regentó la cátedra con gran competencia y celo hasta que por concurso de traslado pasó a León».

Después de una carrera brillante como docente vinculada a la Institución libre de Enseñanza sufrió el obligado expediente de depuración con la llegada del franquismo. En la acusación, según la comisaría de policía tenía ideas izquierdistas, pero por otra parte dice que «su conducta profesional y religiosa es buena, no prestando adhesión al gobierno marxista». En 1941 la Comisión superior dictaminadora del expediente,la confirmó en su cargo pero la inhabilitó para cargos directivos y de confianza.

Julia Villen, la segunda profesora

La segunda profesora que encontramos en el claustro del instituto fue Julia Villen del Rey ,que no debió coincidir con la anterior ya que se incorporó el año 1928 permaneciendo hasta principios de 1944 en Castellón donde murió. Había nacido en Burgos en 1873, su padre era empleado. No conocemos sus estudios de bachiller o de universidad, solo que en 1920 era auxiliar gratuita de la asignatura de Francés en la Escuela Normal de maestras de Lugo, pero hay que pensar que para impartir clases de Idiomas, Dibujo, Educación Física, Música y Caligrafía en los institutos no se requerían estudios de licenciatura universitaria según la normativa vigente (Antonio Machado, por ejemplo, obtuvo la cátedra de francés de instituto el 1907, mientras que la licenciatura el 1918). Sin embargo en 1924 estando Julia Villen en el instituto de Lugo consiguió el título profesional por oposición de profesora numeraria de lengua francesa con el que se trasladó a Castellón.

Julia Villen también sufrió la depuración franquista y entre los cargos que se le imputan constaba ser simpatizante de la izquierda «aunque hacía alardes de religiosa» y votar al Frente Popular en 1936, también el hecho de «tener una hermana en Valencia extremista furibunda y gran propagandista roja», pero finalmente en 1940 la Comisión depuradora propone la confirmación en el cargo.

La tercera profesora que aparece en el archivo antes de la Guerra Civil es María Teresa Oliveros Rives, natural de Zaragoza, pero estudia bachillerato en el instituto de Castellón y se licencia en Historia por la universidad de Madrid con premio extraordinario de licenciatura. Fue ayudante interina de la sección de letras, encargada del curso de literatura, en el Instituto en 1932. Después realiza y supera los cursillos de 1933 para acceder a la cátedra de la asignatura de Historia, tal como aparece en el diario «República» del 6 de noviembre de ese año, felicitando a los profesores castellonenses que han superado dicha prueba.

Son las tres primeras profesoras de enseñanza media en el instituto de Castellón antes de 1936. Desde 1846 a 1936, en el transcurso de 90 años de la vida del Instituto en que pasaron por su claustro alrededor de 200 profesores de enseñanza media (bachillerato) solo tres profesoras formaron parte de él. Esta proporción puede darnos una idea de la lentitud de la incorporación de la mujer a la vida profesional en España en una ocupación que, según los valores tradicionales del siglo XIX, «podía ser la más favorable a sus aptitudes: la enseñanza».

Es cierto que en las escuelas la presencia femenina de maestras es mayor. Pero es significativo que sin existir una legislación explícita contraria al ingreso de la mujer en los institutos durante la 2ª mitad del siglo XIX o principios del XX, la lentitud en su incorporación es un hecho tan elocuente como el atraso social, la mentalidad típica de antiguo régimen y la falta de libertad y democracia en un país como otros de la Europa occidental en que el machismo campaba paralelo a aquellas carencias.