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El barrio oculto en el principal polígono comercial

Una avenida separa este grupo de viviendas del ajetreo del polígono industrial de Castelló

Juan Miguel Cantos, secretario de la Asociación de Vecinos Santo Domingo, y María Sánchez, presidenta. enzo carda

En la zona sur de la ciudad, junto a una de las principales zonas industriales de Castelló, oculto se localiza el grupo Santo Domingo. Un remanso de paz, compuesto por apenas un par de calles, al que le separa una carretera del ajetreo típico de las grandes superficies comerciales, hasta donde se desplazan diariamente cientos de trabajadores y clientes, que seguramente, y a pesar de haber circulado en innumerables ocasiones junto al barrio, no han advertido en su existencia. De ahí, precisamente, el atractivo de este distrito.

La vida en este barrio avanza a otro ritmo. La avenida Lairón es la línea que separa dos mundos: por un lado, el más conocido y transitado, de enormes naves industriales, transformadas en artificiales espacios de ocio y consumo, ruido, coches y prisas, y por otro, el desconocido, de tertulias sin prisas en la puerta de casa entre vecinos, que tras varias décadas compartiendo confidencias, acaban siendo familia.

Un bloque nuevo de viviendas de varias plantas, que desentona en este barrio de casas unifamiliares de una única planta, actúa como aislante insonoro frente a la concurrida avenida, de un carril en cada dirección, por donde circulan a gran velocidad cientos de coches diariamente. Como si un grueso muro separara estos dos mundos, tras cruzar la avenida y dejar atrás este edificio, el ruido monótono del tráfico se diluye, hasta incluso el ambiente parece iluminarse.

Lejos quedan las sombras que proyectan las naves industriales próximas a este barrio, que llenan las calles, deficientemente pavimentadas, de oscuridad en pleno día. Como si estratégicamente se hubiera diseñado, las viviendas del barrio únicamente producen un par de metros de sombra, la necesaria para que los vecinos puedan colocar sus sillas y comenzar la tertulia sin sufrir el sofocante calor en las horas centrales del día de prácticamente cualquier estación del año en la ciudad.

Los muros de las viviendas de este barrio, que siguen el mismo patrón, parecen adquirir vida propia y escuchar y ver en cuanto detectan a un intruso. La gran familia del barrio de Santo Domingo, aunque ha crecido en las últimas décadas, es facilmente identificable, junto a los propios residentes en el barrio, los vecinos conocen a los familiares y amigos que con frecuencia visitan el grupo. Por ello, la entrada de un forastero hace que salten las alarmas. Las cortinas de puertas y ventanas se mueven discretamente al paso de los visitantes, alguien vigila de cerca, pero este control en lugar de asfixiar, tranquiliza. Nadie está solo en este pequeño barrio.

Castelló en su camino por convertirse en una gran capital de provincia ha renunciado a uno de los atractivos de las ciudades pequeñas, la cercanía y familiaridad entre vecinos. El anonimato reina en cada vez más distritos.

En el barrio de Santo Domingo, sin embargo, el tiempo parece haberse detenido. Al contrario de lo que sucede en otras zonas de Castelló, aquí los vecinos se saludan por el nombre, pero no sólo eso, en la mayor parte de los casos saben además vida y milagros de todas las familias con las que comparten acera.

En una de las calles del grupo, quizás la que sería la arteria central de este barrio, espera Juan Miguel Cantos, secretario de la asociación de vecinos de Santo Domingo, nacido en Albacete, que llegó a este barrio hace más de 40 años, tras vivir en el grupo San Lorenzo, a poca distancia de este tranquilo distrito. La vitalidad que desprende Cantos en sus explicaciones se contrapone al ambiente pausado de la zona.

A través del corto laberinto de calles del grupo, Cantos se mueve con rapidez hasta llegar a plazoleta que alberga la sede de la asociación de vecinos, donde se imparten cursos de costura, para los mayores, y dibujo, para los más jóvenes. Se trata del lugar oficial de encuentro entre vecinos, y es que más allá de los talleres, es el espacio donde se reúnen para proponer mejoras en el barrio, organizar actividades y planificar celebraciones. La semana grande del barrio es la última de agosto y primera de septiembre, cuando se celebran las fiestas del patrón.

Los vecinos, en colaboración con hijos y nietos que, en la mayor parte de los casos, no viven en el barrio, se vuelcan en la organización de actividades, como cenas populares, bureo o talleres para los más pequeños. Una agenda de actos amplia pero con presupuesto discreto, que se ha visto afectada por la crisis, pero organizada con ilusión y que, en definitiva, cumple con su cometido que no es otro que disfrutar de la gran familia que forman los vecinos de este tranquilo y desconocido barrio de Castelló.

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