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Comparación

Es una lástima que la urgencia muerda al Castellón por los talones porque el mérito de la temporada de Kiko Ramírez va más allá de un final feliz o triste, de subir o de quedarse de nuevo en el balcón del casi. Es una lástima, quizá una lástima inevitable, que el consejo supedite la superviviencia económica al éxito deportivo, no solo por la presión añadida que conlleva el modelo sino por la rutina enfermiza que, a la larga y de modo colateral, con esta situación germina.

Mal que bien, eso sí, hemos aprendido a convivir con ello. La comprensión de Castalia con el equipo en los últimos meses está siendo fabulosa, impropia diría yo de la genética mediterránea, sorprendente dados los precedentes. El equipo ha crecido al amparo de la lucidez de la grada, porque primero se ganó su respeto a base de hechos. Quizá no amase Kiko una plantilla de virtud individual como la de tiempos recientes, pero cualquiera ha comprobado que no faltó jamás un gramo de energía, un ápice de compromiso ni un anhelo de gloria por parte del vestuario. Este Castellón, cuando pierda y si pierde, lo hará con la conciencia tranquila de haber dado todo lo que tenía. Y eso es mucho, eso es muchísimo y sería más aún si, como digo, se tratara simplemente de fútbol.

Por el momento, el Castellón ha ganado los tres partidos de promoción que ha disputado. El sistema es tan cruel que eso puede no valerle de nada. Un mal día conduce a las vacaciones, pero insisto en juzgar el camino y no tanto la meta. O al menos intentarlo: en cualquiera de los sentidos, la comparación entre el estudiado play-off de Kiko con el enloquecido play-off de Calderé produce un rubor superlativo.

Ojalá en Málaga aguarde el domingo una mañana memorable. Lo merecen. Juegue quien juegue, saldrán once futbolistas a pelearlo, y esa es una seguridad placentera para cualquier hincha.

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