De repente la Eurocopa dejó de ser, anoche en Burdeos, el idílico torneo en el que España superaba a sus rivales con un juego en el que florecían los días de vino y rosas. Croacia, forjado en la defensa y el contragolpe, fue para la Roja la kriptonita temida por Supermán. La selección, segunda, queda condenada a librar los octavos de final el sábado a las 18 horas contra Italia, una Italia que ha recuperado todo su oficio y pragmatismo. Ya no hay alfombra roja. De derrotar a los de Conte, el cuadro puede deparar choques ante Alemania y Francia, previos a una hipotética final. El equipo de Vicente Del Bosque ni siquiera pudo amarrar un empate que habría allanado el camino, tras un partido en el que se perdonó la sentencia tras un inicio brillante.

Tanto España como Croacia estaban ya clasificadas y ahorraron preámbulos innecesarios. El partido nació impregnado de alegría veraniega, con un ritmo netamente ofensivo y apariciones en las dos áreas. El fútbol de David Jiménez Silva rayó el virtuosismo. Ahí queda como ejemplo la grácil jugada del minuto 6, para recordar la acción de tiralíneas en la que el exvalencianista giró el tobillo zurdo 90 grados para regalar un pase, al desmarque de Cesc, que habría sido digno de Laudrup. Fábregas, despierto, entregó el gol a Morata.

El tempranero gol desató a Silva, que aparecía por todos los flancos, como una pulga molesta. Se ofrecía, tocaba de primeras, la escondía, encaraba de frente, recortaba desde afuera, dibujaba pases al espacio o enroscados. Por momentos parecía que hasta bailaba, en perfecta sincronía con Cesc y Nolito. Tenía tantas ganas de agradar Silva que pedía disparar las faltas y, hasta cuando un compañero presentaba molestias, caso de Morata, acudía raudo a levantarlo del suelo. No había tiempo que perder. Con su partido, el grancanario disculpaba la noche discreta de un Iniesta que, tras su sobresaliente estreno, ayer parecía ausente.

El juego desprendía tanta exuberancia que algún mal control de Morata en boca de gol o las ocasiones falladas de Nolito no se lamentaban, desde la seguridad de que el marcador no corría peligro aparente. Grave error, se pagaría caro al final. Croacia enseñaba los dientes, sin recurrir a una demostración coral de buen fútbol, pero con presión y pocos toques precisos Kalinic y Perisic ponían en aprietos a De Gea. Del Bosque había repetido once, en un mensaje claro de no dejarse llevar por la confianza, pero la realidad mostró a una Roja menos tensa y más vulnerable en defensa. Aún sin Modric, y con varios suplentes, Croacia mereció el gol en varias ocasiones, como la vaselina buscada por Rakitic tras un error de De Gea en el primer pase y que no entró después de golpear el larguero y el poste. Por ese motivo, no sorprendió que Croacia empatase en el minuto 44, en una acción participada de nuevo por su triángulo atacante: centra Perisic, peina Rakitic y finaliza Kalinic.

El empate desorientó a España en la segunda mitad. Croacia dominaba la escena, con la amenaza constante de sus contras. Del Bosque acertó entonces al dar entrada a Bruno y retirar a Nolito. El cambio tal vez era poco popular, pero el jugador de Artana dio consistencia a la Roja, el partido volvía a ser gobernable y, aunque fuera a balón parado, volvían las ocasiones.

Sin tener el dominio, los españoles podrían haber hecho el segundo con un penalti inexistente de Srna sobre Silva. Ramos, un lanzador poco habitual en un equipo rebosante de pateadores, pidió el balón. La guerra psicológica (susurros de Srna al meta Subasic, replicados con consejos de Busquets a Ramos), descentró a Ramos, que chutó al muñeco, por el centro. Adelantado en exceso, Subasic repelió el disparo. Croacia seguía viva, reforzada mentalmente y superior físicamente. Con España volcada, en el minuto 87 una imponente contra de Perisic acababa en el 2-1 definitivo, con error de De Gea al cubrir el primer palo. Ya solo quedaba tiempo para asimilar que la rocosa Italia será el próximo rival.