Bruno Hortelano, nacido hace 24 años en Wollongong (Australia) de padres españoles, se ha erigido en nuevo rey de la velocidad española con una marca de 10.06 en Madrid que le autoriza a soñar con llegar a ser el segundo atleta de raza blanca que rompe la barrera de los 10 segundos.

A lo largo de la historia solo 99 atletas han derribado ese muro que delimita el club de los grandes del esprint y entre ellos solo uno de raza blanca: el francés Christophe Lemaitre, que lo ha hecho cuatro veces, la primera el 29 de julio del 2010 con 9.98 (ahora su marca personal es de 9.92).

Hortelano, atleta del CA Playas de Castellón, atesora una confianza sin límites, reforzada ahora con su doble récord nacional (10.08 en semifinales, 10.06 en la final). «Hay margen de mejora y puedo bajar de los diez segundos. El récord es una alegría, pero tampoco se puede decir que sea sorpresa, porque siendo año olímpico pensaba rebajar bastante mi marca», comentó.

Con 181 centímetros de estatura y 72 kilos su aspecto difiere notablemente de los musculosos velocistas jamaicanos y estadounidenses que dominan la lista mundial de todos los tiempos (Usain Bolt, Tyson Gay, Yohan Blake, Asafa Powell, Justin Gatlin), y parece más adecuado para el 200, prueba en la que también tiene los récords de España (20.47 al aire libre, 20.75 bajo techo). Pero en las semifinales del mitin madrileño, con viento favorable de +1,4 metros por segundo, ganó su serie con 10.08, batiendo ya por seis centésimas el récord de Ángel David Rodríguez, el Pájaro, que por cierto se cayó en la segunda serie y, pese a que se había clasificado (cuarto con 10.24), no pudo disputar la final. Apenas una hora después, Bruno, ahora con menos viento a favor (+1,0), se descolgó con otra gran marca (10.06). Solo cedió ante el iraní Hassan Taftian, que también batió su récord personal (10.04).

A mes y medio de los Juegos de Río, a Hortelano se le presenta ahora una duda. «A los 200 iré seguro y a los 100 me lo voy a pensar. Tengo algo en mente pero no lo voy a decir porque sería ponerme un límite y creo que hay margen de mejora», confesó.