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¿y tú me lo preguntas?

Pablo Echenique, como saben Secretario de Organización de Podemos y su hombre fuerte en Aragón, ha salido a los medios de comunicación para decir que «nadie sabe por qué el resultado no ha sido el de las encuestas. Nosotros tampoco, añade». A Echenique le ha podido la bisoñez, porque las encuestas que generalmente se corresponden con los resultados prácticamente en todos los países de la Unión Europea, acostumbran a fallar en España, circunstancia que los partidos de «la casta» saben muy bien. Buena parte de los electores españoles, llegado el momento de visitar el colegio electoral correspondiente, votan; pero cuando se enfrentan a la pregunta por su intención de voto, juegan, es decir, mienten. Y después de que los partidos les obligaron a volver a votar, por venganza pura y dura, mintieron todavía más. Por eso los resultados no coincidieron con las encuestas. Bueno, por eso y por miedo. Y ese miedo, en gran parte, lo habría producido la posibilidad de que Podemos pudiera gobernar. Puesto que tras la primera convocatoria electoral y su celebración, estuvo a punto de hacerlo en coalición con el PSOE, lo que abortó su propio Secretario General, Pablo Iglesias, con aquella ristra de exabruptos destinada a hacerle el gobierno a Pedro Sánchez, lanzó a los cuatro vientos que su deseo de gobernar iba en serio y el personal un poco más allá de los incondicionales decidió impedirlo. Ya dejó dicho San Ignacio que «en tiempos de tribulación no hacer mudanzas», y se conoce que el fundador de los Jesuitas sigue teniendo muchos seguidores.

Una de las cosas que más les cuesta entender a los políticos con poder es que los ciudadanos, es decir los contribuyentes, es decir los votantes, no son gilipollas, de modo que cuando detectan que se les pretende tomar el pelo, si pueden y está en su mano, tratan de evitarlo. Podemos, cuya aparición como partido político fue saludada con no poco entusiasmo, una vez que la ciudadanía había tenido que soportar carros y carretas con los desahucios, la fundición de las clases medias, la desaparición práctica de las medianas y pequeñas empresas, la disminución presupuestaria de la Educación y la Sanidad públicas, el aumento de la pobreza hasta el punto de tener que echar mano de los comedores escolares y otras lindezas, Podemos, decía, apareció como fruto natural del 15M, creció espectacularmente a base de una inteligente utilización de los medios de comunicación, particularmente la televisión privada que, paradójicamente, le pasó factura cuando le fue recordando sus servicios prestados al gobierno de Venezuela. Como por otra parte Pablo Iglesias había hecho profesión de fe marxista, más tarde comunista y finalmente socialdemócrata, tal vez los votantes llegaron a la conclusión de que más valía malo conocido que bueno por conocer y decidió votar a Rajoy. Como por lo visto no es sano jugar con las cosas de comer, llegó la sorpresa tal vez para los partidos, pero no diré yo que para los votantes. Lo tuvo a huevos Podemos ante el pacto en su día con el PSOE, pero lo frustró con aquel ataque de soberbia, cuando a cambio de pactar con el Partido Socialista le exigió nada menos que la Vicepresidencia y con ella el BOE, la Radiotelevisión Pública, los Servicios de Inteligencia, Defensa y qué se yo más. Que el señor Echenique no entienda por qué los resultados de las últimas elecciones no coincida con los resultados tiene una explicación: la sonrisa de Pablo Iglesias, había producido desazón y los votantes eligieron tal vez lo malo conocido. Intentar a estas alturas desenredar la madeja es posible, pero no sé yo si el Partido Popular estará por la labor.

Todo sistema democrático es lo que tiene, que una vez cada cuatro años hay elecciones, y llegado el caso la ciudadanía pone y quita parlamentos enteros y también el Gobierno de la nación como consecuencia, y a quien le pica ajos come. Ahora mismo no hay razón para pensar que el probablemente futuro presidente del Gobierno actúe de manera distinta a como lo ha venido haciendo en los últimos cuatro años y medio, digo del modo como le dicte la señora Merkel y compañía, dícese de la disminución del déficit a toda costa, ídem de ídem para con la deuda pública, lo que habrá que afrontar con el dinero de los contribuyentes que pagan.

Ni hablar, es claro, de una nueva Ley electoral, de una legislación laboral menos gravosa para los trabajadores, ni mayores dotaciones para las políticas sociales. Se estará o seguirá estando a la consolidación de la macroeconomía y a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. La competitividad de los productos españoles se seguirá basando no en I+D+I sino en la decrepitud de los sueldos, y los talentos formados en las Universidades que también pagamos todos seguirán emigrando a otros países de la Unión Europea, mientras al Sur que le vayan dando. Los dirigentes de Podemos habrán perdido su oportunidad, pero a mí que no me miren.

El pueblo, es decir, la soberanía ha votado, lo ha hecho en libertad, y eso es lo importante más lo que los partidos emergentes tendrán que aprender. Sí resulta curioso que intelectuales de reconocido prestigio, digo de los principales autores y responsables de Podemos, catedráticos y profesores de Ciencias Sociales y Políticas, no hayan sabido interpretar con la gramática parda que el ejercicio de la política exige: la capacidad de sorprender de los que sólo somos mortales. Y la pregunta del millón: ¿Seguirá en política el Secretario General de Podemos? Su slogan «Sí se puede», se lo cantaron a Rajoy sus partidarios la noche electoral mientras celebraba la victoria desde el balcón de Génova 13.

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