Con una lucidez envidiable y marcado por una ceguera provocada por una mácula, José María Pérez, vecino de Castellnovo, cumplirá mañana un siglo de vida. Cien años de los que buena parte pasó dedicado «en cuerpo y alma» a una de sus grandes vocaciones: la enseñanza y disfrutando de sus aficiones: escribir, pintar cuadros, cultivar sus tierras y «devorar» libros durante horas y horas en las bibliotecas valencianas. También leyendo «su periódico de cabecera, el Levante», que compraba diariamente pero que, desde hace unos años, tuvo que sustituir por la radio con el fin de conocer la actualidad y cómo va su equipo de fútbol, el Valencia CF.

Cada día, José María «el Maestro», plasma pensamientos en un calendario colgado en la pared de su casa (con un rotulador negro y en mayúsculas) a la espera de la temprana llegada de «sus cien abriles». José María cumple mañana sus 100 años.

Y es que como él mismo relata, su vida ha sido trabajar desde muy joven. Con siete años, antes de ir al colegio recogía capazos de estiércol para ayudar a sus padres, agricultores de profesión. Estuvo yendo a la escuela de Castellnovo hasta los 13 años y a los 14 fue a estudiar a Segorbe con los Franciscanos, quienes, a cambio de ofrecerle que siguiera sus estudios y cursase bachiller, lo tuvieron de fámulo (criado doméstico). Ya posteriormente, viajaría a Valencia para convertirse en maestro bajo el plan de libre enseñanza de Marcelino Domingo.

Juventud truncada por la guerra

Como muchos de los jóvenes de la época, la guerra truncó su juventud y marcó su historia. Muestra de ello es que el peor recuerdo de su larga vida son los 4 meses que estuvo preso en León, «durmiendo a la intemperie en el suelo y con media manta» tras luchar en el bando republicano. Pero, comenta con gran bondad, «como el que hace bien, encuentra el bien y gracias a varias cartas de recomendación mi amigo Ramón de Cárrica y yo conseguimos salir y fuimos a hacer el servicio militar en el bando nacional». Tras dos años de mili, José María comenzó a trabajar como maestro en su primer destino, Alaquàs, en la época en la que, además, se casó con su mujer Carmen. Posteriormente, estuvo destinado en Pradip y Alcora, hasta llegar a Navajas, donde fue maestro 20 años. «De todos los sitios conservo buenos recuerdos y amigos. En Navajas, empecé teniendo 70 alumnos porque se estaba construyendo el pantano y había muchos hijos de los trabajadores y me fui con 23», recuerda con una sonrisa en la boca, clara muestra de su vocación por la profesión. Tras 11 años más dedicado a la enseñanza, se jubiló en Valencia, a los 72 años, y se fue a vivir a Castellnovo, donde ahora reside.

Entre sus trucos para alcanzar el siglo de vida confiesa ser un hombre con mucha voluntad, que no bebe alcohol, «solo medio vaso de vino de vez en cuando» y no fuma porque vio que «le sentaba mal». Adora a sus 3 hijas,Carmen, Fina y Teresa, «de las que no se puede quejar», así como a sus 5 nietos y 4 biznietos, que afirma «son muy buenos».

Según José María, aunque no tiene mucho contacto con la juventud actual lo que sí tiene claro es que la sociedad ha cambiado mucho. «Antes se vivía mejor, había más compañerismo y más armonía entre la gente del pueblo» y como ejemplo pone cómo se organizaban los toros en San Antón, donde se embolaba el toro criado en las granjas del pueblo que más envestía y luego se mataba y se repartía para comer en cuadrillas. Aún así, afirma, «a mí los toros nunca me han gustado porque me daban miedo, sólo en el plato».