Salvador Meliá se prepara para participar en sus terceros Juegos Olímpicos este agosto pero, en esta ocasión, los vivirá desde una posición muy distinta. Sydney y Atenas le vieron competir en el velódromo, pero en Río de Janeiro se encargará de sacar el máximo rendimiento a los ciclistas españoles en pista que participarán en la cita brasileña. De pistard a entrenador. Meliá vivirá como seleccionador nacional de ciclismo en pista sus terceros Juegos Olímpicos, que bien podrían haber sido los cuartos.

Pero hay que ir por partes. Meliá, junto al también valldeuxense José Francisco Jarque, vivió su bautizo olímpico en Sydney 2000. Además, estuvo en familia porque su padre también participó en esta aventura como mecánico de la selección. El pistard provincial ya había rozado la gloria en velocidad por equipos con el bronce cosechado en el Mundial de Manchester de aquel año y ascendía un peldaño más al clasificarse para los Juegos Olímpicos donde, junto a José Antonio Villanueva y José Antonio Escuredo, participó en la prueba de velocidad. «Para una deportista, se trata de la competición más importante», reconoce Meliá. «Es duro participar porque tienes que pasar muchos filtros y las clasificaciones son muy exigentes», explica el actual seleccionador, que señala que la principal diferencia entre un Mundial y unos Juegos Olímpicos «es la repercusión mediática. Entrenas lo mismo y trabajas lo mismo, es casi equiparable, pero la repercusión mediática es muy diferente».

En la primera experiencia, Meliá finalizó en novena posición y, cuatro más tarde en Atenas, consiguió un diploma olímpico al terminar en séptima posición. «A nivel deportivo, fue una experiencia muy bonita, un gran recuerdo, pero hubo mucha presión», recuerda Meliá. «Hay diferentes maneras de ir a los Juegos Olímpicos. Nosotros, viendo nuestra trayectoria en Copas del Mundo y Mundiales, llegábamos con la obligación de conseguir una medalla y eso te merma», comenta rememorando su experiencia.

«En Sydney tuvimos mala suerte. Un problema técnico nos privó de estar más arriba porque llegábamos con opciones reales de medalla», señala y añade que «en Atenas, por tiempos, debíamos estar entre los cuatro primeros. Pero el resto de equipos fueron superior a nosotros en el momento clave». Aunque no considera que haberse quedado sin metal sea una espina clavada, sí que reconoce que «hubiese estado muy bien conseguirla, hubiera sido la guinda de mi carrera».

Entre la aventura australiana y la cita griega, se queda con las sorpresas que le reservaba la primera de las dos. «Cuando fui a Sydney no era consciente de muchas cosas. Había muchos deportistas de muchas especialidades y te das cuenta de la magnitud del evento en el que estás. En Atenas ya no te sorprenden tanto esas cosas, aunque comimos con Pau Gasol y otros deportistas de élite. Es bonito compartir experiencias y que los otros deportistas sepan que existen muchos otros deportes, así como que tú sepas que hay más allá que tu deporte».

La inauguración de Sydney

Su recuerdo más especial es el del desfile de la ceremonia de inauguración de Sydney 2000. «Se trata de un acto muy significativo. Es donde se presenta a los atletas en sociedad, donde nos presentamos al mundo y mostramos que estamos preparados para competir. Me acuerdo mucho de cuando entramos por la pasarela y había 110.000 personas en el estadio olímpico. Entiendo que hay deportistas acostumbrados porque les ven 110.000 personas cada vez que juegan, pero al 90 % de los que estábamos allí nos chocó», comenta Meliá.

Una experiencia que ha vivido dos veces como pistard, pero que pudieron haber sido tres. «Podría haber estado en Pekín 2008. Veníamos del Mundial de 2007 en Palma de Mallorca, donde fuimos sextos y lo teníamos al alcance de la mano. Pero las circunstancias nos perjudicaron. Cerraron los velódromos de Palma y de Valencia y realizábamos las concentraciones en instalaciones que no tenían nivel. Si hubieran sido otras circunstancias, seguro que habría estado. No conseguimos el objetivo por poco, pero cuando haces todo lo que está en tu mano, no puedes hacer nada más», explica Meliá.

Ahora, en la recta final antes de viajar a Río de Janeiro, Meliá se prepara desde una perspectiva bien distinta para participar en sus terceros Juegos. «Es totalmente diferente. Me veo muy reflejado en mis ciclistas porque, cuando eres deportista, solo te preocupas por ti. Pero, cuando eres técnico, te preocupas por todo, por el entorno, por el equipo, por que todo esté bien», afirma.

«Lo paso incluso peor ahora. Cuando eres deportista, no te das cuenta de que están los técnicos, que hay muchos aspectos que entonces se te escapaban», cuenta el exciclista y añade que «antes había dos seleccionadores, cada uno era responsable de un grupo de trabajo. Pero ha habido circunstancias que nos han precarizado en lo económico, aunque al Consejo Superior de Deportes (CSD), de momento, le está saliendo bien porque en lo deportivo lo estamos salvando. Al menos, a cambio podemos tener un poco libertad».