El que no se arriesga no pasa la mar y por eso mismo Colom la pasó de parte a parte. El riesgo es menester para las aventuras monumentales (Colom) o para las algo menores (Roig), que acaba de traer de Brasil a un delantero para el Villarreal, apodado Pato, que tiene veintiséis años, que jugó en Europa con el Milan -donde tuvo relaciones de pareja con la hija de Berlusconi- y en el Chelsea, para volver al Corinthians. Era muy joven Pato cuando llegó a la vieja Europa a jugar a fútbol. Procedía de Brasil, tenía diecisiete años de edad y había triunfado en el equipo de procedencia. Llegaba a Europa, además, con tanta pasta en el bolsillo que apenas si disponía de tiempo para consumirla y, para que la autoestima no hubiera que buscarla, le llegó a toneladas cuando se encontró con que la hija de Berlusconi le estaba esperando.

Servidor se hubiera vuelto loco en sus mismas circunstancias y Pato se limitó a no acabar de triunfar en el Calcio. Un chico de diecisiete años o comete errores o es un santo varón y resulta difícil particularmente entender que un futbolista de las características del que venimos hablando, un santo varón, tal vez no lo fuera. El fútbol profesional, como cualquier deporte de élite, tiene exigencias para con la máquina que uno lleva dentro, lo que quiere decir entrenar bien, jugar bien, comer bien, beber agua, dormir bien y joder bien. Cuando estas exigencias no se cumplen, y no digo yo que Pato no las cumpliera, triunfar en un fútbol como el italiano, poco dado a conceder facilidades a los delanteros rivales, no tiene que ser fácil. De allí se fue nada menos que a la Premier, donde cualquier exigencia del Calcio se multiplica por su enésima potencia.

En cualquier caso Pato regresó al Corinthians y allá que se fue a buscarle el Villarreal, cuya afición a acudir al rescate de cualquier náufrago no voy a descubrirla yo. Solo me atengo a la historia reciente de un Villarreal, especializado en adquirir delanteros que fueron grandes y volvieron a serlo aquí, cuando no otros que apuntando maneras, las confirmaron, prestaron al Villarreal grandes servicios y dejaron además pingües beneficios después. Los nombres de los ejemplos a que me refiero pónganlos ustedes que a mi me aburre.

Pato tiene el deber, la responsabilidad, el derecho, el historial y el talento para estar en el momento justo (26 años) en el lugar oportuno (el submarino). Un apelativo de esa naturaleza está destinado a ser coreado en los graderíos de un estadio que, en breve, cambiará de nombre. Pato llega de nuevo a Europa y lo hace con la intención de triunfar, no porque lo diga, sino porque se ha reservado el cuarenta por ciento de un futuro traspaso si se produjera. Quien quiere peces, tiene que mojarse el culo y goles son triunfos.

Recordemos, porque es pertinente, el fichaje de Riquelme, aquel futbolista grandioso, el más extraordinario que pasó jamás por El Madrigal formando parte asidua de un club pequeño, pero con un par, que nos hizo felices mientras estuvo con nosotros, donde llegó directamente del Barcelona después de no haber encontrado su sitio verdadero en la plantilla blaugrana. Fue tratado espléndidamente, se tuvieron con él todas las atenciones que merecía y algunas más, a las que correspondió poniendo a disposición del equipo todos sus talentos, que fueron muchos. No hubo en el Villarreal antes, ni después, un artista semejante, fue un jugador sobre el que pivotó todo el fútbol del submarino de aquella época, lo que le fue reconocido por los aficionados que le disfrutaron en El Madrigal, siempre, hasta que un día el genio que llevaba dentro se hizo presente en toda su potencia, lo que le hizo colisionar con la personalidad asimismo firme como el diamante del presidente Fernando Roig Alfonso, que entre la disyuntiva de tener que elegir entre el futbolista y el entrenador Pellegrini, optó por el chileno.

Se arrepintió Riquelme tiempo después, ya de vuelta en Buenos Aires, pero para entonces la pelota estaba ya en otro tejado. Alguien, con autoridad moral suficiente y la altura de miras que es menester, debería referirle a Pato la pequeña historia para que el futbolista brasileño llegara a entender lo que se espera de él en este pequeño club, que cumple siempre sus compromisos a reserva de que el interlocutor cumpla con los suyos y que Dios reparta suerte.