El nulense Agustín Sebastiá representa el nexo entre la antigüedad y la modernidad en la concepción del deporte en España. Este pistard provincial participó en la prueba de persecución por equipos en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, una época en la que regresar a casa con alguna medalla ya era un éxito para la delegación española, justo antes de que se iniciara el ciclo olímpico que culminaría en Barcelona 1992 y serviría para que España ascendiera a la primera división del deporte mundial.

«Hoy en día, los deportistas que van son la élite del deporte español. No se les puede decir que vayan a disfrutar a los Juegos Olímpicos. Los que van a los juegos ahora son profesionales en su mayoría, el amateurismo se ha terminado en la mayoría de los deportes. Hoy en día, para un deportista español participar no es un premio. Deben ir a ganar una medalla o a intentar estar entre los mejores», comenta y recuerda que, tras el salto de calidad de Barcelona, «el ranking de medallas te dice la exigencia que hay. Si se consiguen menos de 15 medallas, se considerará un fracaso».

Un panorama muy distinto al que el exciclista castellonense se encontró cuando viajó a Corea del Sur hace 28 años. En aquella edición, la expedición española regresó con sólo 4 medallas y Sebastiá participó con una bicicleta que él mismo se llevó hasta Seúl. «Las ruedas eran de la Federación Española de Ciclismo, pero el cuadro me lo transporté desde España para que se acoplase a mis condiciones físicas», explica Sebastiá que también recuerda que «sólo teníamos un juego de ruedas. Antes del día de la competición, sólo lo pudimos probar una vez». Ésta fue la antesala a una revolución en todos los aspectos que dejó sus primeros frutos sólo cuatro después. En Barcelona 1992, José Manuel Moreno lograba un oro, la primera medalla olímpica conseguida por el ciclismo en pista nacional.

Un regusto agridulce

La experiencia para Sebastiá tuvo un cierto sabor agridulce. «Fue muy positiva porque desde que empecé a ser deportista, tenía ese objetivo. Para Los Ángeles estuve preseleccionado, pero al final no pude ir. Lo de Seúl, fue un sueño hecho realidad», comenta, pero añade que «a nivel deportivo, esperaba correr tres pruebas porque había sido campeón de España de persecución, pero al final el seleccionador no me puso en la prueba individual». «En persecución, terminamos undécimos que, para el nivel que llevábamos, fue estar a una gran altura. Pero, a nivel personal, fue una experiencia un poco negativa porque no pude participar en la prueba en la que fui cuatro veces campeón de España», afirma.

Además, como le suele ocurrir a muchos de los ciclistas en pista, no pudo vivir la ceremonia de apertura. «Nosotros competíamos en los primeros días de los Juegos y la apertura implica estar muchas horas de pie y cuando uno lleva muchas horas de pie, sobre todo en el caso de nuestro deporte, las piernas se resienten. Por eso, no pudimos participar», explica.

Aunque, tanto el trato de los coreanos como las experiencias en la Villa Olímpica fueron recuerdos muy gratos. «Ya había viajado por muchos sitios, pero de Seúl me impactó mucho la calidez de las personas que había. Disfrutamos de un trato exquisito. Te trataban con mucho respeto», asegura.

Sebastiá destaca el hecho de que la participación olímpica otorga una amplia notoriedad mediática, pero ésta sólo se extiende al tiempo que duran los juegos. «Sí que era consciente entonces de la relevancia que tenía participar en unos Juegos Olímpicos. Pero el problema que tiene el deporte español es que sólo se acuerdan de ti en ese momento. En cualquier otro país, si dices que has sido olímpico se quedan maravillados, pero aquí en España sólo importa cuando estás ahí. Luego ya se olvidan». El expistard recuerda, para ilustrar este hecho, que «en Nules teníamos una pista de ciclismo y por ella conseguí convertirme en olímpico. Pero los políticos no tuvieron problema en derribarla».