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Las palabrotas solidarias de Nules

El dinero recaudado de la hucha de los tacos se destinará a una organización de niños que padecen cáncer

Susana y Juan, padres de Andrea, la artífice. mònica mira

Estar un rato en un bar y no escuchar algún que otro taco o palabra malsonante puede ser complicado, aunque lo cierto es que esa manera de expresarse forma parte de la vida cotidiana más veces de las que nos gustaría, especialmente cuando los más pequeños repiten las palabrotas y las incorporan demasiado pronto en su vocabulario sin saber su significado. Esta es la razón que subyace tras la historia del Bote del infierno, que ha convertido un bar de Nules en un lugar donde los tacos tienen una finalidad solidaria.

La responsable de toda esta historia es una niña de 4 años, Andrea. Según explica su madre, de un tiempo a esta parte se estaba acostumbrado a decir determinadas palabras impropias de un vocabulario infantil, y sus padres, Susana y Juan, decidieron tomar cartas en el asunto recurriendo a un método bastante típico: cada palabrota tenía un precio. «Le decíamos las cosas habituales, que si las decía iría al infierno, pero al final acordamos que por cada taco le quitaríamos un euro de la hucha y lo meteríamos en un bote del bar», asegura su madre. Hilando argumentos como solo los más pequeños saben hacer, Andrea no tardó en bautizar el recipiente de los deslices verbales como «El bote del infierno».

Este matrimonio que regenta El Cantó, el bar situado junto a la estación de tren de Nules, tiene dos hijas que se pasan gran parte del día con ellos en el local. Ambas, muy avispadas, no tardaron en trasladar el castigo monetario a todo aquel que lo frecuentaba. La cosa llegó hasta tal punto que incluso se establecieron tarifas, «1 ? para las palabrotas más ligeras y 2 para las más gordas», explica Susana. El problema surgió precisamente al plantearse qué iban a hacer con el dinero que sus hijas reclamaban a los clientes por soltar improperios, «porque no podíamos gastárnoslo en nada que fuera para nosotros». Y así surgió todo, la amistad que une a Susana Mendo con la presidenta de la asociación local Kimo Projects, Inma Fernández, se concretó en la determinación de ofrecer todo lo recaudado con «El bote del infierno» a la labor social que desarrolla esta ONG, que tiene como destinatarios los pequeños que padecen cáncer.

Susana reconoce que los clientes habituales son los más colaboradores «y alguno ha aprendido a contenerse, sobre todo cuando están las niñas delante, porque saben que no pueden escaparse». Cosa distinta son los clientes eventuales, aunque también los hay que cuando saben que la multa que se les impone tiene una finalidad solidaria «también se rascan el bolsillo». El bote inicial se ha convertido en una hucha de mayor capacidad que todavía no han abierto. «No sé cuánto dinero puede haber, pero ya serán unos cuantos euros». Y es que nunca aprender a hablar con más corrección fue tan solidario. Levante de Castelló quiso sumarse a la iniciativa y no nos conformamos con un pequeño taco, soltamos uno grueso.

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