ebe ser la primer vez en la que un equipo en situación de jugarse a una carta (dos) el derecho a disputar la Champions, se permite defenestrar al entrenador que la temporada anterior le llevó al cuarto puesto de la liga, por delante de todos, excepción hecha del Barcelona, el Real Madrid y el Atlético de Madrid, y todo eso a una semana de la disputa del primer partido de la eliminatoria, previa a la conquista del derecho a estar en Europa. Con un par; con otro, sustituir al entrenador despedido por otro que a los cincuenta y un años de edad, cuenta, solo, con un ascenso de segunda división a primera adonde llevó al Elche, precisamente la temporada en la que también ascendió el Villarreal. Después entrenó al Getafe, que descendió. Como la alternativa que había propalado la rumorología era la vuelta de Pellegrini al banquillo del submarino, la llegada del ya nuevo entrenador, Escribá, ha sido recibida con la natural decepción, si bien el fútbol, como se sabe es, como casi todo y casi siempre, una cuestión de resultados. Igual el valenciano Escribá es un crack en lo suyo y no había tenido todavía su oportunidad. Difícil lo tiene, porque un vestuario con caché suficiente para intentar jugar la Champions está formado por seres humanos cuyos egos personales son cuanto menos, de la misma categoría que las competición es que han de afrontar, es decir, de consideración mundial y esa no va a ser la única dificultad con la que el nuevo «mister» se va a encontrar. Que por nuestra parte le deseemos toda la buena suerte posible no es una frase obligada, sino lo que uno siente realmente, siquiera sea porque la que le espera, buena o mala, afectará al equipo del que uno es deudor, de afectos, que se duelen o gozan más.

Como quiera que uno no dispone de información suficiente o suficientemente contrastada, hemos de creer que existen razones poderosas para confiar el equipo a un entrenador con currículo escaso, de modo que como doctores tiene la Santa Madre Iglesia, supondremos que la elección del entrenador valenciano es una apuesta que se apoya en talentos, supuestos, pero talentos al fin y al cabo. También entran en juego las prisas, el mercado no daba para más, o también el mercado tal vez ha querido aprovechar la ocasión y sacar tajada a una situación extremadamente precipitada. La otra consideración que no tiene por qué obviarse, es que se esté ante un profesional solvente que todavía no se habría topado con el tren que pasa una vez en la vida. El tiempo, pero sobre todo los resultados, pondrán a cada cual en su sitio, incluido quien todo esto firma. Porque parece imposible que Fernando Roig, padre e hijo, más José Manuel Llaneza, con su experiencia incuestionable, se vean sorprendidos por la densidad de un problema inesperado. En todo caso se estaría ante una nueva edición del caso Riquelme aunque con más urgencias

Conviene a la razón considerar también la aceptación del cargo por parte del señor Escribá, un profesional sin experiencia internacional, una de las tres competiciones que ha de disputar el Vila-real y la primera particularmente complicada que, de salvarse con solvencia, le proporcionaría un plus de confianza y autoestima considerables. Siempre me ha parecido un puesto que exige nervios de acero, que acepte, sin traumas posteriores, las derrotas; una personalidad capaz de soportar la presión de los aficionados durante el partido, los juicios de los periodistas, siempre a toro pasado y antes los silbidos de la parroquia cuando vienen mal dadas.

El señor Escribá, un profesional que le tema al riesgo, no es, una persona sin autoestima tampoco y un convencido que lo fie todo a la suerte, tampoco. Le han puesto delante la firma de un compromiso que cabalga sobre una moneda de dos caras: una que puede ser el inicio, al fin de una carrera profesional brillante, que probablemente envidien muchos de sus colegas que se sienten mejor preparados, la otra una bomba de relojería que le puede estallar en las manos, con lo que se está ante un profesional del banquillo. Generalmente, los triunfos les son adjudicados a los jugadores, pero cuando los resultados son adversos, el primero que paga los platos rotos es el entrenador. Fran Escribá es ya, y para empezar, el enemigo a batir, a cambio, está estos días en todos los medios de comunicación, él prácticamente un desconocido para la élite del fútbol europeo. Si algo causa entre sus colegas, a día de hoy, es envidia, y todo eso que hay que agradecerle.