Desde el pasado 20 de agosto el despertador suena a eso de las ocho de la mañana. Desde ese preciso momento vives la otra vuelta y empiezas a mentalizarte de la intensa jornada que te queda por delante. Como corredora exprofesional y ahora como asesora deportiva de la carrera, no me podía imaginar todo lo que mueve LaVuelta y lo mucho que cambia de verlo desde el público a hacerlo desde dentro.

Somos más de 3.000 personas las que día a día formamos parte de la caravana ciclista y nos movemos por dentro de ella. Tanta es la gente que esta es la última semana y cada día saludo a una persona que antes no había visto. Increíble.

En mi coche de Relaciones Públicas llevo a tres invitados en cada etapa. El primer día ya me di cuenta de que cuando eres ciclista no te enteras de nada de lo que pasa a tu alrededor porque hay mil y un detalles de los que estar pendientes y cuando corres no tienes esas preocupaciones. Habitualmente explico dónde podemos ir durante la carrera, el sistema de banderas de la Guardia Civil, radio vuelta y hacemos nuestras apuestas de qué pasará ese día.

Pero, sobre todo, se puede decir que mi trabajo depende de los ciclistas. Si se hace una escapada y aventajan al pelotón en más de tres minutos, podemos quedarnos con ellos y ponernos a su lado, sin poner nunca en peligro a los corredores, y vivir desde otro punto de vista la emoción de la etapa. Siempre hay que ir por delante de la carrera y llegar con adelanto a la meta para llevar a los invitados a la zona de podio o a las pantallas para que puedan ver el final de la etapa.

Saludos a Miguel Indurain

Durante tantos días aún queda tiempo para saludar a amigos, exciclistas como Miguel Indurain y ver de cerca a los mejores ciclistas del mundo, esos que habitualmente te hacen saltar del sofá en cada etapa pero que ahora lo hacen desde más cerca. Desde dentro ves cómo se preparan los ciclistas antes de tomar la salida, cómo se ponen guapos en la barbería que la organización lleva consigo en cada sede o cómo trabajan los compañeros de los medios de comunicación, entre otros muchos entresijos por descubrir.

Mi jornada suele acabar a eso de las 21.00, en otro hotel distinto al de la noche anterior y con ganas de descansar tras todo el día al volante. Pero cuando regresas con la caravana ciclista a la terreta y empiezas a ver a tu gente el cansancio queda en un segundo plano y recargas pilas para seguir.