Tengo una teoría. Desde que en Castalia se canta la de Calvo Cabroooooun, Cruz solo ficha entrenadores calvos. Llevamos cuatro consecutivos y no creo que sea casualidad: es para sembrar la duda y no darse por aludido.

Mi actitud vital favorita es la de Walter Sobchak en El Gran Lebowski. En especial, y escribo de memoria, la de esa escena en la que están esperando la llamada de los secuestradores y, cuando llaman por fin, responden, discuten y cuelgan, el Nota enloquece y Walter replica con calma alucinógena: tranquilo, Nota, volverán a llamar, son unos putos aficionados. Y pasan un par de segundos y resulta que efectivamente vuelven a llamar, y Walter repite a sottovoce que son unos aficionados, a todos nos parece que tiene razón y por eso yo ahora insisto, aquí: volverán a llamar, me digo, volverán a llamar, me repito al modo del mantra hipnótico, volverán a llamar, estoy convencido, porque en la vida siempre vuelven a llamar seguro.

También al Club Deportivo.

Cabe apuntar que detrás de esa mansa fachada de paz de Walter se esconde un pasado bélico en Vietnam [nuestro Gavà], y el trauma mental correspondiente. Cabe añadir que en cada una de las secuencias de la película, Sobchak termina perdiendo el control, tirando por la borda un capazo de horas de terapia.

También en eso, vistos los precedentes, se parece a lo mío con el Club Deportivo.

Por si nos faltaban debates, ahora nos ha dado por hablar de fútbol, que ya me parece lo máximo, que ya son ganas. Que si el 4-4-2, el 4-3-3 o, apunten, el 3-5-2 que viene. Desde cuándo se habla de fútbol en torno a este club de fútbol. Pero esto qué es. Reconozco que no me lo esperaba.

Con esto de los estilos la gente pierde la cabeza y coge unos disgustos que son dignos de ver. Es una cosa graciosísima. A mí me da un poco lo mismo jugar al todo o a la nada, porque si algo he aprendido en Tercera es que al fútbol, bonito o feo, se puede jugar bien de muchas maneras, pero hay quien toma partido por un estilo de juego con más virulencia que la adoptada en cuestiones políticas o religiosas. No descarto que próximamente se den casos de divorcios por divergencias en cuanto al doble pivote, y pobre de ti, amigo del rondo, si te toca un juez bilardista.

Yo, por el momento, tengo plan para hoy: llevar la contraria por norma. Si voy a Quina y a Luca le parece bien el manual de Frank, soltaré mi discurso de la barraca y la tangana, el resultado, los codos y la defensa. Y si cambio después a Waticano y a Pedrito le da por quejarse [que no sería de extrañar, ciertamente], contestaré con el capazo de tópicos de la posición, la asociación, el ataque y el toque.

Pruébenlo, es fácil, se aprende a argumentar y se pasa el rato gratis.

En Tercera nos pasa que la pretemporada dura ocho meses. El domingo me dio por mirar la hemeroteca. Al último partido de Liga del curso pasado, en mayo, fueron a Castalia 2.000 espectadores. El ascenso es tal necesidad que solo el ascenso es algo. Solo vale la meta, por lo que el camino se aparta. La temporada es casi un pasatiempo, una rutina de fe, una misa de doce para fieles. La temporada es esa parte de la canción en la que todavía no se canta la letra. Tercera ha acentuado la inercia: un albinegrismo de dos velocidades. El mayoritario dormita por diversas razones, y despierta en promoción con adolescente pasión de primavera. Se acude entonces a Castalia como quien acude a un festival de verano: las fotos, los excesos, la exaltación de la amistad y los hashtags. Y que nadie se queje, ojo, considero un milagro que eso ocurra todavía.