El fútbol se sumó a la fiesta el sábado y lo hizo con sencilla eficacia. Para cuando en la sobremesa de los peñistas, cada cual en su casal particular se sirvieron el segundo café eran las seis de la tarde y se encendieron las teles y los ánimos. A esa hora, los chicos de Fernando Roig saltaban al terreno de juego, cuyo estadio estrenaba nuevo césped, igualito que el que el Villarreal había estrenado la temporada pasada. Se conoce que los ayer visitantes ya estaban familiarizados con el piso y solo el capitán, Bruno, que suele tirar los penales con el sello de gol puesto, se enredó sobre la alfombra verde, le puso el remate muy fácil a Kameni lo que sería el 0-2 tuvo que esperar. Mejor, porque el segundo tanto del partido lo dejó el submarino en el marcador cuando faltaban cinco minutos para el descanso, lo que dejaba las cosas para que los futbolistas que ahora entrena Escribá interpretaran las partichela a la manera que tienen aprendida, con los movimientos perfectamente interiorizados. Cuando en el banquillo se sentaba Marcelino, el equipo sabía que el sistema defensivo y su manera de desentrañarlo en beneficio propio era sagrado. Después de eso venía todo lo demás. Y Escribá que todavía no ha escrito su nombre entre los brillantes de su oficio, de tonto no tiene un pelo. De modo que lo que funciona bien, mejor dejarlo como está. Y esa resultó ser la decisión mejor. Cuando el equipo metió dos goles en la primera mitad que pudieron ser tres y los otros ninguno, ordenó a Musacchio y Víctor Ruiz que se apretaran los machos. Obtenida la distancia suficiente y con Bruno y Trigueros de acordeonistas, la segunda mitad exigía lo ya establecido. Si en la primera mitad se habían impuesto en el área ajena, en la segunda había que hacer lo mismo en la propia. Y eso lo bordan. Pero el partido tuvo más cosas.

Antes de empezar, el asunto principal era encontrar una solución con la que armar las puntas de ataque, porque los especialistas que hay en la casa seguían víctimas de algún problema físico. Ya están mejor, pero se echan en falta. Pato no debía forzar y Bakambu peor me lo pones. De Soldado ni hablamos porque el hombre necesita tiempo. De momento es un espectador que no sé si se muerde la uñas, pero debería. De modo que había que improvisar y ahí se escondía la victoria, porque el empate lo garantizaban los de más atrás. Funcionaron bien, porque son buenos peloteros, unos porque marcaron, otros porque sirvieron ocasiones y todos porque pusieron el brío que es menester para ganar, particularmente en Málaga, un lugar donde los rivales del de casa lo van tener crudo. Los elegidos para ocuparse de que los ataques funcionaran, fueron Sansone y Borré que se ocuparon de materializar una victoria, tres puntos y el inicio de una recuperación anímica y de la otra.

La otra cosa exigida era la presencia en el equipo de Cheryshev. Salió, jugó un ratito al final y apuntó algunas de las cosas que ya nos sabemos de memoria. Quiero decir que mantiene la velocidad endiablada conocida, la zurda de pegar duro y con tino y en los escasos minutos que permaneció en el campo se pareció mucho al que fue, porque si se acuerdan, estando en el Valencia se le vio jugar mermado. Y no. Que disputara solo unos minutos es un aviso de que enseguida va a reencontrarse con los viejos tiempos. Todo y la necesidad de tener que disputar tres competiciones, jugar ahí delante, en el Villarreal va a estar muy caro.

Y lo del entrenador, que no se me olvide lo del entrenador. Es este un profesional de lo suyo, mejor o menos bueno, con mejor o menos buena capacidad para manejar un vestuario, que como es bien sabido es un lugar donde los egosnacen, se reproducen y crecen hasta límites insospechados y hay que lidiarlos. Pero sí es capaz de haber puesto la cara en un momento y una situación donde lo natural es que se la partan, se merece un respeto y los aficionados deberían hacerlo. Porque a lo mejor, no sé yo, nos obsequia con una temporada tan exitosa como la calidad y el talento de los que ya estaban más los que han venido poseen. El partido de Málaga era algo así como eso que nos enseñaron como infalible, o no, digo de la prueba del nueve. El hombre del banco estuvo bien, hasta en los cambios.