Palomas que han convertido el edificio en su particular aseo, años de contaminación atmosférica, humedades, pequeñas reformas que han deteriorado elementos del pasado, cableado que se balancea, aires acondicionados convertidos en intrusos, persianas rotas o decoración lumínica que supone un golpe estético... Son algunos de los males que asaltan al Palau Municipal, un singular inmueble que cumple 300 años y que pedía casi a gritos pasar por el quirófano para una cirugía estética.

El ayuntamiento, como estaba anunciado, publicó ayer en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP) el expediente de contratación de las obras para restaurar las fachadas del Palau Municipal, un proyecto integrado en las denominadas «inversiones financieramente sostenibles», esto es, que se refiera a actuaciones con una vida útil de más de cinco años y que su mantenimiento posterior no suponga un aumento del gasto corriente. Con un precio de licitación de 470.000 euros, el plazo para presentar propuestas acabará el 27 de septiembre y el objetivo es que, una vez se firme el contrato, los trabajos no duren más de tres meses.

El proyecto de rehabilitación tiene la paternidad del arquitecto municipal Blas Jovells, que ha elaborado un completo diagnóstico de la evolución del inmueble. El objetivo principal es claro: eliminar todos los elementos impropios en las fachadas, tales como clavos, canaletas, cables, focos, armarios y cuadros eléctricos, elementos decorativos o sistemas contra el posado de palomas. A ello se une la consolidación de los elementos pétreos, la reposición de los elementos perdidos y la aplicación de tratamientos de protección. Además se sustituirán todas las ventanas y puertas balconeras de madera o de aluminio, incluyendo la eliminación de las persianas. Asimismo, se pretende sustituir el sistema de iluminación decorativa exterior.

El edificio cuenta con dos partes diferenciadas: la que se puede definir como fachada histórica, que es la que da a la plaza Mayor y la que conserva gran parte de los elementos constructivos originales, y la restante, formada por el resto del edificio y fruto de sucesivas reformas y ampliaciones que culminaron en 1963. La fachada principal, según el estudio del arquitecto, la que más se ha deteriorado por el paso del tiempo debido, entre otros factores, a la climatología y a la gran polución que soportó por el tráfico rodado en las calles del entorno hasta su peatonalización en 2013.

La falta de mantenimiento, además, ha dado como resultado patologías en materiales y deterioro en carpintería, provocando incluso pequeños desprendimientos. Destaca también la progresiva aparición de elementos impropios, entre ellos aparatos de climatización, objetos pretendidamente ornamentales o iluminación decorativa de tamaño excesivo y colores disonantes que, además de perjudicar estéticamente las fachadas, agravan su ya deficiente estado de conservación. Del presupuesto total, 115.000 euros irán a la restauración propia de la fachada, 66.000 al cambio del sistema eléctrico, 56.000 a la climatización, 49.000 a carpintería y vidrios y unos 14.000 para cambiar el sistema contra el posado de palomas.