i le pasa al Barcelona, no sé por qué no puede ocurrirle al Villarreal. Le ocurrió a Luis Enrique frente a un recién ascendido y en el Nou Camp, donde perdió, después de haber dado descanso a una mayoría aplastante de los considerados titulares en beneficio de otros de sus futbolistas que también son grandes peloteros pero que no forman parte del equipo habitual, y si entran muchos de golpe, los movimientos ya memorizados desaparecen, el juego se desdibuja, el rival que lo ve decide aprovechar la oportunidad y el Alavés se lleva los puntos y deja el disgusto.

Aprender la lección o no, significa seguir haciendo muchos cambios de golpe o por el contrario limitarse a uno dos puestos por partido, con lo que el bloque seguirá firme y eficiente.

La noche del jueves en El Madrigal, Escribá optó por lo que hacen casi todos: cambió el portero, tres de los cuatro defensas, uno de los dos pivotes y un jugador de banda. Total, seis y seis son más de la mitad de un equipo que, además, salvo el sistema defensivo, está todavía en construcción. Afortunadamente Pato y Dos Santos se asociaron en un par de ocasiones de manera primorosa, como los dos artistas que son, y cobraron dos goles que levantaron un partido que iban perdiendo desde el minuto uno... y esa es otra.

Alguien de los rivales se fue de la marca sin que el marcador se inmutara, se centró y largó un cañonazo que se fue a la escuadra sin que Fernández pudiera hacer nada. La desazón se apoderó de los espectadores recordando el partido en casa frente al Mónaco, pero las cosas tuvieron otro final, primero porque los dos futbolistas citados son profesionales que seguramente seguirán dando alegrías y, segundo, porque el rival potencia tenía, resistencia y facultades para romper el escaso juego generado por el submarino también, pero peligro allí delante, más bien poco.

También toca decir que su mejor rendimiento lo dio Dos Santos por dentro, pese a ser alineado en la banda, volviendo al tic de Marcelino, mientras los pivotes, especialmente Bruno, no anduvieron finos, con lo que balones en condiciones sobre los puntas hubieron pocos. El Villarreal, que había sido un equipo poderoso, bien plantado sobre campo y dominador del rival frente al Málaga, apareció sin ideas y sin oficio para sustituirlas. Solo una línea para con Cheryshev, cuya presencia se esperaba con desesperación para decir que necesita partidos y que además le tocó lidiar con el mejor jugador del Zurich. El entrenador, Escribá, estuvo a punto de un descalabro, quiso aprovechar que su equipo había dado la vuelta al marcador en la primera parte y sometió a los espectadores a una segunda mitad que no fue de infarto porque el rival no daba para más.

Pero los cambios debió hacerlos cuanto antes, mejor y tardó en hacerlos. Tardó tanto que Trigueros, el jugador que más falta hacía en el campo, se quedó en el banco. Es pronto para jugar con fuego, porque como se abrase puede tener los días contados. El fracaso en la Champions no puede repetirse en la Liga Europa, que no es lo mismo, pero quede constancia que el equipo que vino de Suiza juega en la segunda división de aquel país que, en fútbol, no es precisamente una potencia. Lo suyo, ya se sabe, es un lugar donde veranea el dinero, pero esa es una cuestión que, de momento, solo entienden los ricos.

Los equipos de fútbol europeos, algunos de ellos, están recibiendo últimamente montones de pasta gansa procedente de inversores de países más o menos ignotos, cuya pasión por el fútbol estrenan de manera sorprendente y digamos magnánima. Las empresas de apuestas han visto en el fútbol otra manera de hacer negocios de manera legal y legítima, con la colaboración inestimable de las televisiones de todos los países, que se hacen eco del fútbol europeo, el más poderoso de la Tierra. Es claro que unos, los equipos principales, ponen la carne y el dinero, el negocio. Un gol de más o de menos puede generar millones. Lo que un día era un deporte es ahora mismo una tentación económica enorme y los aficionados con estos pelos.