Podríamos definir la resiliencia política como «la capacidad de entender porqué y para qué se está y se hace política, cual es el objetivo último de ella y en circunstancias adversas, resistir y sobreponerse a los contratiempos y salir fortalecido por estos». No se trata solo de ser paciente y resignarse sino de saber aguantar el castigo de la crítica política, la opinión pública desfavorable y/o el fracaso electoral como parte de la responsabilidad que conlleva la función política.

Sin embargo algunos actores políticos poco «resilientes», ante la pérdida de poder, la crítica negativa o el fracaso no desarrollan esta resiliencia, sino que se embrutecen, se bloquean y reproducen los mismos errores que les llevaron al fracaso. En medio de condiciones no óptimas la resiliencia es un área de oportunidad para hacer introspección y reconstruirse internamente. No hay que confundir resiliencia con resistencia ya que el político resistente, Rajoy por ejemplo, es el que se instala en el inmovilismo mientras que el resiliente lo hace en la evolución.

Se pone como uno de los ejemplos de político resiliente a François Mitterrand con una biografía de novela en la que consta que: fue prisionero de guerra en Alemania y posteriormente evadido, funcionario en Vichy, condecorado, miembro de la Resistencia, once veces ministro en la IV República, víctima de un falso atentado, candidato fallido a la presidencia de la V República dos veces y presidente en la tercera de 1981 a 1995 además de tener una biografía de novela también en lo personal.

Un amigo suyo dijo: «Mitterrand es fiel a sus orígenes y en la amistad y su juicio sobre las personas no cambia en función de las circunstancias». Quizá estos fueron sus pilares fundamentales a la hora de hacer frente a las adversidades. Con sus claroscuros, Mitterrand fue un hombre que supo sobreponerse a multitud de adversidades y reinventarse en cada una de ellas. Eso solo lo pudo hacer de una manera: haciendo autocrítica y aprendiendo de sus errores.

Si hacemos una reflexión sobre la escasa resiliencia política de los que nos gobiernan podemos ver el efecto negativo que produce en la sociedad. ¿Cuando hemos visto u oído a alguno de nuestros mandatarios hacer autocrítica constructiva? La clase política debe dar ejemplo moral y ético a la sociedad a la que representan y sirven, de ser resilientes, de salir fortalecidos ante las adversidades y traumas que conlleve su labor y esa fortaleza han de transmitirla a la ciudadanía que los ha elegido con acciones que mejoren esa sociedad.

Los políticos nos deben a los ciudadanos y ciudadanas el compromiso de la verdad y de la honradez, el sano ejercicio de la autocrítica pública, asumir responsabilidades, saber pedir perdón, dimitir sin traumas cuando sea menester y sanear psicológicamente esta sociedad. La lógica del gobernar en la resiliencia no es fácil pero es la que la sociedad actual necesita y demanda para ser capaz de afrontar cuantas adversidades se presenten, tomar cada una de ellas como un desafío y salir fortalecida de ello.