Aún recuerdo la noche del pasado 23 de agosto. Autobús. Trayecto Montecarlo-Niza. Pasadas las doce de la noche. Una vez acabada la intervención en El Larguero con Manu Carreño. Una vez contado que el Villarreal se había bajado del barco de la Champions y, tras haber entrevistado a Escribá a nivel nacional, pude sentir por segunda vez en poco tiempo el silencio en el autobús de la prensa que acompaña al equipo. Era ese silencio de las malas ocasiones. La ilusión de todos los compañeros por volver a disfrutar de la Champions era máxima y la eliminación había hecho mella en todos.

No hacía mucho, aunque de un modo distinto, ya había sentido ese silencio. En aquella ocasión en el autocar que nos trasladaba desde Liverpool hasta el aeropuerto, unos meses atrás. Durante esos 20 ó 25 minutos de trayecto, no más, pensé lo que muchos aficionados amarillos. «Vaya temporada nos espera por delante. Este año nos tocará sufrir». La sensación no era positiva. Suele ocurrir cuando a uno le acaban de pegar un palo.

Es difícil abstraerse y ver la realidad con la máxima objetividad. He de confesar que en aquel momento no entedí cómo Asenjo había llegado a ser internacional, cómo Musacchio seguía de amarillo, por qué a Bruno se le idolatra, cómo Pato había llegado a tener esa fama de tan buen jugador y cómo Escribá se sentaba en el banquillo amarillo. Todos me parecían malos. Todo me parecía mal.

Sin embargo, fíjate dónde estamos algo más de un mes después. Ver para creer. Ese equipo que aquella noche no tenía portero, ese equipo que debió vender a Musacchio y mandar a Pato a Brasil. Ese conjunto que entrenaba un supuesto técnico de segunda fila se codea con Atlético, Barça y Madrid, y lo hace tras siete jornadas invicto, tras haber empatado en el Bernabéu, habiendo superado el record de Marcelino y con la vista puesta en el del ingeniero Ripamonti. Lo hace con variantes en el sistema, con más toque y calidad, sin Bakambu, quien apenas regresa y con intención de perdurar. Ver para creer.

Supongo que esto es lo bonito del fútbol, que todo puede cambiar para bien o para mal. Por ejemplo en el capítulo internacional. Ocho jugadores aporta el Villarreal a diferentes selecciones nacionales. Italia, Argentina, Serbia, México... son algunas de las que cuentan con jugadores amarillos, sin embargo, no es el caso de España. Lopetegui no ha querido ni oir hablar de jugadores como Bruno, Asenjo, Mario, Trigueros o Víctor Ruiz. Supongo que ser cuarto en la Liga, no es suficiente para entrar. Delen tiempo. Poco a poco. Fijaros dónde estábamos hace un mes y qué pensábamos. Por qué no puede cambiar la opinión del seleccionador. Poco a poco. Pasa a paso. Hagamos caso a la canción: «Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo». Cuánta sabiduría en las letras de Mercedes Sosa.