«Lo que hicimos el sábado fue el principio de algo». En estos términos se expresó ayer Salva Luque, Jefe del grupo de rescate del Consorcio de Bomberos de Alicante y uno de los tres espeleobuceadores que hicieron posible, como publicó ayer Levante de Castelló, el descubrimiento de galerías y sifones inéditos más allá del recorrido conocido en les Coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó, tres personas que, según el propio Luque «fuimos como los astronautas que pisaron por primera vez la luna».

Así de relevante fue para todos los que participaron en esta experiencia el hecho de que, 30 años después, se retomara con éxito la investigación en el interior de las cuevas de San José para descubrir qué hay más allá de los 2.750 metros topografiados hasta ahora. En concreto, el último hallazgo habría cubierto aproximadamente 300 metros, que para los profanos podrían parecer pocos para 12 horas de trabajo, aunque como destacó Luque «100 metros dentro de lo cueva no son lo mismo que en la superficie».

Como consecuencia de que en las últimas 30 décadas no se haya continuado con el estudio de la zona, las instalaciones y guías que se colocaron en su día «estaban rotas, por lo que tuvimos que plantearnos la entrada como si fuera la primera vez», colocando los hilos guías que lo que hacen, sobre todo, es «asegurar la salida». Con todo, para los buceadores lo más sorprendente «fue la hazaña que hicieron los que en su día se adentraron en la cueva, teniendo en cuenta los medios con los que contaban».

Lo que más preocupaba a los espeleobuceadores era «el estado del curso del río», sabían que tenían que sortear cinco sifones, «entre una galería aérea y otra», pero la de San José «es una cueva activa con arrastres de gravas y sedimentos que podían haber cerrado algún paso que creíamos abierto». Por todo ello, la expedición se realizó «con todas las garantías de seguridad» hasta el punto de que el dispositivo de rescate estaba preparado de antemano, aunque no hizo ninguna falta.

El tiempo fue otro elemento fundamental. Bajo tierra las cosas van mucho más despacio, sobre todo si se tiene que investigar algo «que nunca nadie ha visto antes». Ese fue el privilegio que los tres buceadores no pudieron compartir con los más de 30 espeleólogos que se sumaron a la actividad, miembros del Espeleoclub La Vall, del Grupo de Exploraciones Subterráneas Alto Palancia (Gesap), de Espemo (Morella), el Espeleoclub de Castellón y la Federación Valenciana de Espeleología. Su misión, como explica Jose García, presidente del club de la Vall, era «de apoyo, hicimos de porteadores y realizamos guardias por si se producía alguna emergencia».

Según relata Salva Luque, tras el quinto sifón, que marcaba el final del recorrido conocido, «andamos por galerías casi secas y otras inundadas» como fue el caso de una en la que la altura del agua no les permitía hacer pie y dejaba apenas un metro de aire hasta el techo. Así llegaron al sexto sifón «que pasamos a pulmón» y que daba acceso a una galería desde la que se intuía «lo que creemos es un séptimo sifón», pero a pesar de que las ganas por seguir descubriendo podía haberse impuesto, no fue así. «Primamos la seguridad, teníamos una hora prevista y decidimos salir porque ya teníamos información».

El trabajo recopilado el sábado permitirá, entre otras cosas, mejorar los datos existentes hasta ahora, dado que se han detectado algunos errores en la topografía actual «aunque tiene un valor muy importante». En este incursión se han tomado imágenes fotográficas y videos, porque el objetivo es «compartirlo con la gente, enseñar lo que hemos descubierto a quienes no tienen la posibilidad de entrar».