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Coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó

Fascinación subterránea

Los nombres propios, los relatos fascinantes y las hazañas personales y colectivas se suceden en una cronología que escribió hace una semana el penúltimo capítulo con el descubrimiento de nuevas galerías

Fascinación subterránea

En la Vall d'Uixó se encuentra el río subterráneo navegable más largo de Europa. Las miles de personas que lo visitan cada año lo pueden comprobar personalmente. Pero más allá de este recurso turístico tan apreciado en la ciudad y la provincia, les Coves de Sant Josep esconden secretos de gran valor científico y geológico que no dejan de sorprender a propios y extraños, como se pudo comprobar hace poco más de una semana, cuando un grupo de tres espeleobuceadores llegaron más allá de lo que se creía el límite de esta cavidad.

En momentos que marcan la historia, como el vivido por esta expedición integrada por 32 espeleólogos de la provincia de Castelló, de Alicante y de Madrid, parece inevitable remontarse al pasado para conocer cómo empezó todo. Los nombres propios, los relatos fascinantes y emotivos, los descubrimientos y las hazañas personales y colectivas se suceden en una cronología que se remonta varios siglos atrás. De hecho, entre las numerosas investigaciones relacionadas con estas cuevas se encuentra la publicada en La Piaz por los espeleólogos Alejandro Blázquez, Policarp Garay y Rafael Medina, en la que se apunta que ya en el siglo XIX se tienen referencias de que era costumbre en la zona reunirse cerca del manantial de San José para celebrar la Festa de les Flors «siendo entonces frecuente que algunos grupos de personas se adentraran en la cueva».

Osadía

Los improvisados exploradores, que se fiaban más de la osadía que de la prudencia, realizaban incursiones en las que medían su valor a la hora de llegar más lejos, lo que en 1926 acabó en desgracia, cuando Herminio Arroyas Martínez falleció intentando forzar uno de los sifones que forma el agua en su transcurrir por las galerías.

La curiosidad puede ser un defecto o una virtud, pero relacionada con investigar, con encontrar la explicación o el origen de las cosas para así ser capaces de comprender el mundo que nos rodea, se convierte en un recurso muy valioso que en diferentes incursiones ha acompañado, a lo largo de la historia reciente, a grupos de espeleólogos y buceadores que no se resistían a conformarse con la idea de que les Coves de Sant Josep eran lo que se veía.

Para conocer cuántas expediciones se han realizado y con qué resultados es de gran interés el Sistema Informático de Catalogación Espeleológica de la Provincia de Castelló, donde se resumen todas las que se conocen y que, por ejemplo, data la primera exploración en 1902, cuando cuatro vecinos «en una embarcación rústica» llegaron hasta la Boca del Forn.

Se cree que sobre la década de los 30 comenzó a acondicionarse el interior de la gruta para facilitar su visita, aunque no fue hasta 1950 cuando se consideró «urbanizada». Su evolución desde entonces hasta ahora, es sobradamente conocida. Lo que está a la vista de todos se ha convertido en una belleza subterránea que atrae a miles de turistas, pero lo que está escondido, lo que sigue su curso con un trazado que a muchos intriga y que está al acceso de muy pocos, es lo que lleva motivando a numerosas personas desde que el 5 de septiembre de 1954 el Centro Excursionista de Valencia realizara la primera exploración espeleológica.

Saber que el río tiene un recorrido natural, pero desconocer cuál es su origen, es el principal misterio a resolver. De entre los numerosos nombres propios que se podrían mencionar vinculados con el empeño de buscar respuesta a esa pregunta, muchos son los que coinciden en destacar la figura de Vicent Nebot, espeleólogo y buceador de la Vall d'Uixó, ya fallecido, que estuvo entre el equipo que realizó en 1975 la última incursión conocida hasta el momento y que posibilitó la topografía que concretaba la extensión de la gruta en 2.750 metros, con el límite de un quinto sifón en principio inescrutable, aunque desde el 8 de octubre de 2016, ya no lo es.

Quienes participaron en el hito histórico de descubrir unos 300 metros más de cueva coinciden en afirmar que los que protagonizaron la expedición anterior, 30 años atrás, completaron «una hazaña» teniendo en cuenta las dificultades de la cueva y las limitaciones técnicas de la época. De hecho, según el hidrogeólogo Poli Garay, las investigaciones se interrumpieron porque no se contaba con los medios necesarios para traspasar la frontera que constituía el quinto sifón.

De padres a hijos

Guillem Nebot, un joven espeleólogo que ha participado en la última expedición, recuerda como junto a su padre se inició en esta práctica recorriendo esa parte de las cuevas a las que solo un selecto club de personas puede aventurarse, algo que él habrá hecho ya al menos media docena de veces.

A pesar de tener la oportunidad de revivir las sensaciones que años atrás pudo experimentar su padre, como la mayor parte de los espeleólogos, comprende que hay vivencias que están reservadas para unos pocos privilegiados. «Por un lado tienes la ilusión, pero por otro eres consciente de que para hacer determinadas cosas necesitas una formación específica y mucha experiencia».

Y por todo ello, se quedó a las puertas de ser como «aquellos astronautas que pisaron por primera vez la luna», tal y como se expresó Salva Luque, uno de los espeleobuceadores artífices del último descubrimiento, pero tiene la satisfacción de haber sigo testigo y parte de un nuevo capítulo de la fascinante historia de les Coves de Sant Josep.

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