Los periódicos, con sus periodistas, han acuñado una expresión particular para cuando se enfrentan dos equipos de fútbol de potencial bien distinto. Dicen, el partido que juegan este contra aquel, es un «partido trampa». Quieren decirnos, como saben, que la superioridad de uno sobre el otro es grande y objetiva, pero que fútbol es fútbol como acuñó Vujadin Boskov y cualquier imprevisto puede romper la quiniela en mil pedazos. Los partidos hay que jugarlos, los que se saben superiores se aferran a la diferencia de potencial y hasta confían en que si vienen mal dadas ya se ocupará alguna de sus estrellas de hacer volver al redil un resultado que se presenta negativo, pero en la segunda parte ya les barreremos, lo que en la mayoría de los casos acaba siendo verdad. En la mayoría, sí, pero no en todos.

El Villarreal se prepara para jugar un partido trampa en Eibar: los vascos son un equipo tal vez menos dotado técnicamente, lo que compensan con una actitud más competitiva, a veces mucho más; el partido se jugará en un campo pequeño, con lo que habrá menos espacios y más estrechos; la afición, como todas las vascas, más que asistir al espectáculo forma parte de él, animando con entusiasmo a los suyos, con lo que además de impulsar a los suyos puede influir en el rendimiento de los otros, sean cuales fueren.

Eso lo saben todos, con lo que se supone que habrían de tenerlo en cuenta y no sentirse amedrentados jamás, lo que no siempre ocurre. No hay partido trampa, en todo caso un encuentro complicado, muy complicado, que el Villarreal tendrá que administrar lo mejor que sepa y pueda.

El submarino es ahora mismo un equipo en plena forma, no ha perdido todavía ni un solo partido en lo que va de Liga y hasta ha sido capaz de resolver refriegas en el último minuto, como ocurrió ante Las Palmas. Más pronto que tarde perderá el primero, también porque resulta improbable que sea capaz de mantenerse en la pomada imbatido durante mucho tiempo más. La pelea por seguir disputando a los más grandes un lugar de relevancia principal es complicada dado que, además, al grupo principal se ha incorporado el Sevilla, equipo que el año pasado no brilló como acostumbra, pero este año si parece. También el Valencia reclamará su lugar natural con el cambio de entrenador, un técnico italiano que al llegar ya anunció sus intenciones. Dijo: «por el momento vamos a jugar muy juntitos y luego ya entraremos en otros asuntos del juego». Si bien el último partido disputado perdió ante el Barcelona, jugó un buen partido, le marcó dos goles al Barça y solo en el último momento encajó el gol que le derrotaba. También con el Valencia habrá que contar, puesto que ha reaccionado a tiempo y está dirigido por un entrenador resultadista.

Dispone ahora mismo el submarino amarillo de un equipo sólido que, manteniendo la fortaleza de su sistema defensivo, se ha encontrado ahora con la explosión, esperemos que definitiva, de dos jugadores que han pasado de aparecer con una cierta irregularidad a dar un paso al frente que se deja notar, y mucho, en el rendimiento de todo el equipo, digo del extraordinario estado de forma de Trigueros y Castillejo, mientras Soriano, Sansone, Pato y Bakambu están en condiciones de ofrecer una profundidad de la que no disponía.

Es un equipo fiable que no se amilana ni siquiera cuando el marcador le es adverso, tal y como quedó demostrado ante Las Palmas, no en balde le hizo decir al entrenador de Las Palmas que el Villarreal era el equipo más en forma de la Liga española, aunque después del partido se quejara amargamente de la actuación del árbitro. Que ahora mismo sea el equipo que más penalties a favor le han señalado, no es sino la eficacia de su vanguardia, circunstancia que la temporada pasado no se daba.

Todo y el partido trampa que le espera en Eibar, conviene a los intereses del Villarreal aprovechar la visita a un equipo, aparentemente inferior, para intentar cobrar otros tres puntos en busca de consolidar un puesto entre los grandes clubes de la Liga.