Eran tardes de transistor y de goles en Las Gaunas. Eran tiempos en los que los partidos se jugaban las tardes de los domingos a las 17.00 y en los que los árbitros todavía vestían de negro. Los carruseles deportivos, como debe ser, siempre decían los nombres de los colegiados con sus dos apellidos en el arranque de los encuentros. Uno de los más repetidos, en el tránsito entre la década de los 80 y de los 90 y hasta principios del siglo XXI, fue el de Juan Ansuátegui Roca (Castelló, 27 de agosto de 1956) que dirigió 225 partidos en Primera División desde que se estrenara en un Athletic Club-Cádiz de la primera jornada de la temporada 1988-1989. Una aventura que se prolongó hasta la campaña 2001-2002 y puso fin a una experiencia que comenzó, casi de casualidad, en 1975.

«En 1975, llegué a Pamplona para estudiar Medicina y trabé relación con unos compañeros que se dedicaban al arbitraje. En noviembre de ese año, me apunté a un cursillo e iba a debutar en un partido de juveniles a finales de mes. Pero falleció Franco y nos dieron 10 días de vacaciones y, entre una cosa y otra, no arbitré por primera vez hasta el 10 de enero de 1976 en un partido de Segunda Regional», recuerda Ansuátegui Roca. En aquella época pretérita ni siquiera existía la tarjeta amarilla en España. «Las cartulinas se habían implantado seis años antes, pero aquí en lugar de que fuesen amarillas eran blancas para que las tarjetas no coincidieran con los colores de la bandera nacional», explica el excolegiado castellonense que, tras seis temporadas en el colegio navarro-riojano, se trasladó al valenciano cuando finalizó la carrera de Medicina.

«En 1982, cuando comencé a arbitrar en la Tercera valenciana, tuve que hace la mili y pité menos partidos. Era una época con pocas salidas profesionales para los estudiantes de Medicina, había mucha sobresaturación y por eso preparé las oposiciones para inspector médico. Las saqué y eso me permitió no tener que hacer guardias, ni trabajar los fines de semanas por lo que me pude seguir dedicando al arbitraje», rememora Ansuátegui que, en 1984, debutaba en Segunda División y, en 1988, alcanzaba la máxima categoría nacional. Hasta 2002, impartió justicia en 225 partidos de Liga, 51 de Copa del Rey, 5 finales de la Supercopa y 52 de selecciones absolutas.

Maduración progresiva

A pesar de la dificultad que suponía enfrentarse a estadios como el Santiago Bernabéu o el Camp Nou, la llegada a Primera División no supuso un incremento excesivo de exigencia. «Los árbitros vamos madurando progresivamente. Nosotros vamos poco a poco, de categoría a categoría», explica. Tal vez eso ayudó a que su estreno en la categoría, en San Mamés, fuera muy positivo. «Siempre fue uno de mis campos favoritos y el antiguo San Mamés siempre se me dio muy bien», comenta y recuerda que «vinieron conmigo compañeros, vino mi hermano y ganó el Athletic en un partido que fue muy justo».

Aunque entre alguno de sus recuerdos más preciados aparece una promoción de ascenso entre el Betis, que peleaba por regresar a Primera, y el Deportivo de la Coruña que intentaba evitar el descenso. «Era la temporada 1991-1992 y la ida se jugó en Riazor. Ganó el Deportivo por 2-1 y la vuelta se debía disputar en Sevilla, en el Benito Villamarín en plena Expo del 92. Fue un partido duro, en el que los dos se jugaban mucho, pero que quedó 0-0 y en el que supe aguantar la presión. A la temporada siguiente, llegaron al Dépor Mauro Silva y Bebeto con lo que empezó el EuroDépor. El entrenador, en aquel partido, era Arsenio Iglesias y, años más tarde, cuando nos encontrábamos todavía me decía que si en aquel partido me hubiera asustado, no sabía cómo hubiera sido la historia posterior del Deportivo», explica el árbitro castellonense.

También la experiencia internacional dejó buenos recuerdos y, para Ansuátegui Roca, fue más sencilla que tener que arbitrar partidos nacionales. «A nivel UEFA, las sanciones son mucho más severas y los jugadores son más respetuosos. Además, ibas a sitios donde no habías estado y no había presión mediática ni ambiental», comenta el excolegiado. Una de las experiencias más duras, fuera de las fronteras nacionales, la vivió en Varsovia. «Fue en un Legia-Panathinaikos. Hacía un tiempo infernal y la longitud del terreno de juego era de unos 120 metros. Acabamos reventados», afirma. Fueron diez años de tener que «tomar un avión dos veces por semana. Incluso hubo una vez que llegué al aeropuerto de Valencia con uno de mis asistentes y creíamos que nos habían robado el coche. Pero, como había viajado en fin de semana y en martes, lo que pasaba es que no nos acordábamos dónde aparqué».

La despedida del arbitraje de primer nivel se produjo en el Camp Nou, con un derbi barcelonés entre el FC Barcelona y el RCD Espanyol que se jugó el 5 de mayo de 2002. «Fue un partido en el que intenté mantener mi nivel. Vinieron a verlo muchos amigos de Castelló y estuvo presente mi mujer. Fue partido muy especial, en el que hubo hasta una pancarta en los bajos del Camp Nou. Fue la única vez que me emocioné», recuerda Ansuátegui que, poco después, iniciaba una nueva experiencia como delegado del Villarreal.

«Era la segunda temporada del Villarreal en Primera División y José Manuel Llaneza, entonces consejero delegado del club, me propuso ser delegado del equipo, sobre todo para hacer de enlace con los delegados de la UEFA», apunta Ansuátegui. Fueron 10 años de colaboración con la entidad amarilla. «Era mucho más sencillo que arbitrar. Yo acompañaba al delegado de la UEFA y me puedo vanagloriar que el Villarreal, en relaciones institucionales, estaba considerado como uno de los clubs top de Europa», señala.

En 2012, con el descenso del equipo a Segunda y el nombramiento de Fernando Roig Negueroles como consejero delegado, hubo una reestructuración en el cuerpo técnico del submarino que puso fin a la etapa de Ansuátegui Roca como delegado. «Fue una etapa muy bonita que me permitió continuar ligado al fútbol profesional y me sirvió de transición», explica Ansuátegui que, aún hoy, continúa practicando el arbitraje. «Los sábados por la mañana, siempre pito algún partido de benjamines y, por la tarde, algún encuentro de la Liga de veteranos», destaca el árbitro que aún mantiene vivo el espíritu de un fútbol que grabado todavía en la memoria de muchos aficionados.